Plaza Pública/ Amnistía

AutorMiguel Angel Granados Chapa

Horas después del ingreso de la Policía Federal Preventiva a la Ciudad Universitaria, el mismo domingo 6 de febrero, el Rector Juan Ramón de la Fuente solicitó la colaboración de los Poderes de la República para liberar al casi millar de personas que habían sido detenidas en esa operación. Esa misma noche, en una mesa redonda televisiva, intelectuales sólidamente opuestos a la huelga universitaria, como Enrique Krauze y Federico Reyes-Heroles, emplearon la palabra clave para la reconciliación, que era el nuevo capítulo en el conflicto universitario. Esa palabra es generosidad. Como fácilmente se entiende, esa disposición del ánimo, esa actitud ética nada tiene que ver con impunidad.

A muchas personas indigna e irrita que se promueva la libertad de los detenidos. Con sindéresis o sin ella se calcula el monto de los daños de todo género, no sólo materiales, infligidos a la UNAM y a los proyectos personales de miles de sus miembros, y parece absurdo no hacer pagar por ellos a quienes promovieron la huelga. Y sin embargo, si el conflicto debe terminar en verdad, han de ser liberados los estudiantes a quienes se había reconocido el carácter de interlocutores para entablar un diálogo que se demoró por la terquedad de los paristas, pero fue impedido totalmente por la apelación a la fuerza policiaca.

Aunque se restablece la actividad docente en la mayor parte de las escuelas y facultades donde fue suspendida durante 10 meses, en todas ellas, junto al tentaleante caminar de los primeros días, se ha alzado el clamor por la libertad de los presos. Los consejos técnicos han adoptado acuerdos para la normalización de las tareas académicas precedidos invariablemente por pedidos en esa dirección. El plebiscito que en la Facultad de Ciencias ha mostrado, con su sola celebración en instalaciones abiertas, que la voluntad de la mayoría es recomenzar el trabajo, no ha eludido manifestarse sobre la libertad de los detenidos. Los estudiantes antiparistas, o los que simplemente se atuvieron a los hechos consumados, han sido unánimes en demandar esa libertad. Proponen, sí, que esa exigencia política no se convierta en estorbo para las labores demoradas. Como en la regla benedictina, proponen exigir y trabajar al mismo tiempo.

En una sociedad muy dañada por la falta de castigo a los responsables de innumerables delitos, escandaliza pedir la excarcelación de quienes participaron en una huelga dañina en grado extremo para todos. Por eso es debido examinar con...

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