Plaza Pública/ Changarro de fisgones

AutorMiguel Angel Granados Chapa

Hay un servicio de escucha telefónica subrepticia, pero legítima, el que realiza la Unidad Especializada en Delincuencia Organizada (UEDO) con base en órdenes judiciales. Ninguno otro, ni siquiera los que practiquen órganos de seguridad nacional o seguridad pública, es admisible. No lo son, en consecuencia los servicios privados o con influencia gubernamental, que notoriamente han proliferado y del que es ejemplo, pero no espécimen único, el descubierto por la Procuraduría General de la República la semana pasada. Si el Centro de Información y Seguridad Nacional puede alegar eventualmente que interviene teléfonos en vista de sus responsabilidades, los mercenarios que se cuelgan de los hilos reales o virtuales de la telefonía para escuchar lo que no les importa (pero sí les interesa) carecen de excusa alguna.

Precisamente cuando se sabía de un nuevo caso de intervención ilegal de líneas telefónicas, con añadidos agravantes, la autoridad federal localizó una empresa (con todas sus limitaciones eso es en realidad; o un changarro, para mejor definirlo con la terminología en boga) cuyos orígenes, integrantes, propósitos y víctimas apenas están siendo conocidos. Se trata de una indagación exitosa pero todavía tan frágil que, primero, sufrió una filtración que quizá alertó a miembros de la banda que pudieron huir; y, después, se asienta en bases suficientes sólo para solicitar el arraigo y no la aprehensión formal de los involucrados. Ese es un acto de cautela plausible, para no lesionar a personas que podrían no estar involucradas realmente en prácticas delictuosas. Pero también puede convertirse en un refuerzo a la alerta lanzada sobre quienes tengan la mayor responsabilidad en el fisgonaje telefónico recién descubierto.

La jefa delegacional en Cuauhtémoc, Dolores Padierna, fue exhibida la semana pasada como si hubiera recibido un soborno que la hiciera cómplice de los giros negros que en público combate con denuedo pero a los que favorecería culpablemente por debajo de la mesa. El escándalo provocado por el señalamiento fue tan intenso que no se reparó en lo obvio, en que se trataba de una maniobra orquestada por una organización capaz de intervenir líneas telefónicas, de realizar montajes con expresiones captadas por ese mecanismo, y de distribuir en abundancia copias de los diálogos de aquel modo fabricados. Se trata, con toda evidencia, de uno de los productos que pudo haber puesto a disposición de un cliente el changarro descubierto por la...

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