PLAZA PÚBLICA / Haití: el origen de sus males

AutorMiguel Ángel Granados Chapa

Es tan banal y detestable la aseveración de Pat Robertson sobre el origen del infortunio de Haití (sus pobladores de comienzos del siglo 19 hicieron un pacto con el diablo), que después de ridiculizarla de muchas maneras, convendría pasarla por alto y olvidarla. Pero su emisor es un político (que se presenta bajo la apariencia de un predicador religioso) muy influyente en Estados Unidos: es uno de los adalides del peor fundamentalismo evangélico y sus palabras son tenidas como verdad revelada por miles, quizá millones de personas que lo han oído decir que el Islam es una secta satánica o que matar al presidente Hugo Chávez será más barato que librar una guerra en su contra. Lo dicho por Robertson (que ni siquiera se llama Pat, sino Marion Gordon) resulta de la ignorancia, el dolo y el prejuicio racial y religioso que identifica a los extremistas. No dice a su auditorio si los haitianos faltaron a su acuerdo con el demonio y por tal motivo son golpeados, o si se trata de un castigo de Dios por haber entrado en tratos con el Maligno. Pero esperar una explicación de Robertson es inútil: cree que la independencia haitiana se consiguió frente al imperio de Napoleón III, siendo que el sobrino de su tío nacería apenas cuatro años más tarde que la consumación de la liberación de Haití.

Aunque debía ocurrir lo contrario, el norteamericano medio lo ignora todo sobre Haití. Desconoce en qué medida los pesares de esa pequeña porción de la isla Española han tenido su origen en Estados Unidos. Así ha ocurrido hace 200 años y ahora mismo. Los estadounidenses que siguen a Robertson estarán incapacitados, por lo tanto, para valorar la extraña paradoja que el terremoto de hace una semana ha suscitado: por primera vez en la historia la presencia norteamericana en suelo haitiano tendrá efectos beneficiosos para una población lastimada que trueca soberanía por mínimos primeros auxilios.

Apenas lograda su independencia, Haití recibió de Estados Unidos su primer golpe: el presidente Thomas Jefferson prohibió comerciar con el nuevo país, cuyo gobierno sólo fue reconocido seis décadas después de nacido, por Abraham Lincoln. Menos mal que ese reconocimiento no costó a Haití lo que el de Francia: la admisión de una deuda de millones de francos que explica también la pobreza ancestral del país antillano, asediado a lo largo del siglo 19 ya por la marina británica, ya por buques de guerra alemanes.

A pesar de todo, el auge de las plantaciones de azúcar y café hizo de...

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