PLAZA PÚBLICA / Revolución de Independencia

AutorMiguel Ángel Granados Chapa

Al modo del liberal precursor José María Luis Mora, Luis Villoro llamó Revolución de Independencia a la guerra civil iniciada por el sacerdote Miguel Hidalgo hace dos siglos. Ahora hay quienes reprochan al clérigo ilustrado el haber desatado la violencia y se escandalizan de que las efemérides que festejamos exalten la destrucción, lo que habla mal de nuestra psique nacional. Quienes de ese modo piensan -y muy su derecho de pensar de ese modo, como el de hacer de su cabeza un chongo- parecen no tener presente la ley biológica y social de que todo lo que nace tiene que romper un mundo.

En su momento, dentro de 11 años, festejaremos también el Bicentenario de la consumación de la Independencia. Pero ahora es lícito, y debido, recordar con gratitud, y aun ensalzar a los mexicanos que encabezaron la revolución popular de 1810, sin cuya semilla no habría habido fruto en 1821. Se culpa a los insurgentes de la primera hora de haber causado una lucha destructiva que empobreció al país, como si hubiera habido otra manera de romper la dependencia que ahogaba a la sociedad mexicana, crecida al punto de que necesitaba valerse por sí misma y no esperar las decisiones de la Corona española, máxime cuando ésta se hallaba en un proceso de claro deterioro.

Más agobiante que el sofocamiento de las capacidades productivas de los mexicanos (mestizos o criollos) era la brutal inequidad que lastimaba a la mayoría de los habitantes de esta tierra, los indios que habían perdido el suelo en que desarrollaron civilizaciones espléndidas, cuya huella es aún visible en no pocos lugares de nuestra República, entre ellos su propia Capital. Es conocida la descripción de esa inequidad salida de las manos del Obispo Abad y Queipo, maestro de Hidalgo en el colegio nicolaíta de Valladolid, y quien más tarde lo excomulgaría. Se sabe menos de la creciente conciencia del peligro que la desigualdad generaba. Otro Obispo de Michoacán, fray Antonio de San Miguel "hacía una negra pintura de la situación", según Villoro, que aporta la cita episcopal: "Casi todas las propiedades y riquezas del reino están en manos (de los blancos). Los indios y castas cultivan la tierra, sirven a la clase acomodada y sólo viven del trabajo de sus brazos. De ello resulta entre los indios y los blancos esa oposición de intereses, ese odio recíproco que tan fácilmente nace entre los que lo poseen todo y los que nada tienen, entre los dueños y los esclavos".

A la insostenible realidad interna se sumó la...

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