Plaza Pública/ De San Cristóbal a Saltillo

AutorMiguel Angel Granados Chapa

Apenas la semana pasada, el Obispo de Tehuantepec, don Arturo Lona Reyes, había pedido al presidente de la Conferencia Episcopal Mexicana, el Arzobispo de San Luis Potosí, don Luis Morales, decir una palabra en favor de la designación del coadjutor de San Cristóbal de las Casas cuando fuera admitida la renuncia de don Samuel Ruiz García:

"Ver en monseñor Raúl Vera al sucesor de monseñor Samuel Ruiz García es hoy motivo de esperanza para el pueblo sufriente de San Cristóbal de las Casas. Lamentaríamos profundamente que se le diera un destino diferente, después del proceso que ha vivido. Eso sería visto como un desconocimiento a la acción pastoral de la diócesis, así como una invitación a los poderes políticos a intensificar la represión de las comunidades indígenas, y aun a la persecución que ya vive esta Iglesia".

Tiene razón el Obispo Lona Reyes, sujeto él mismo a presiones y amenazas. Así ha sido interpretado el nombramiento de monseñor Vera como Obispo de Saltillo. Era una advertencia sensata, pero fue tardía. Un día después de que se conociera la comunicación al presidente de la CEM, éste apareció en compañía del Nuncio Justo Mullor y del Obispo Abelardo Alvarado, en conferencia de prensa para explicar el nombramiento de Vera.

Casi siempre una elevación al rango episcopal suscita alegrías en los interesados. Ese fue el caso del primer nombramiento de ese nivel a fray Raúl Vera. Protagonista de una vocación tardía, pues primero se graduó como ingeniero químico en la Universidad Nacional. Don Raúl realizó una fulgurante carrera: tras su licenciatura universitaria obtenida en 1968, ingresó en el noviciado de los dominicos en León, Guanajuato, y luego cursó Teología en el Instituto Superior de Estudios Eclesiásticos en la Ciudad de México. Los concluyó en el Estudio General de la orden fundada por santo Domingo de Guzmán, en Bolonia, adscrito a la Facultad de Teología de la Universidad de Santo Tomás de Aquino en Roma. Fue ordenado sacerdote en el Vaticano, todavía gobernado por Paulo VI, en 1975. Apenas 13 años más tarde, en 1988, fue elevado a la dignidad episcopal, como Obispo de Ciudad Altamirano. Tomó posesión el 6 de enero de ese año, en una diócesis serrana e indígena, que comprende porciones de Guerrero y Michoacán. En 1995 dejó a sus feligreses, pues le fue confiada una delicada encomienda: convertirse en vigilante y contrapeso de don Samuel Ruiz, fallidos todos los intentos por desplazarlo y colocado en el centro de la...

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