Plaza Pública/ Transparencia informativa

AutorMiguel Angel Granados Chapa

El IFE se anticipó ayer a la vigencia de la Ley de Acceso a la Información, que probablemente sea discutida y acaso aprobada hoy en San Lázaro, al decidir que toda persona pueda conocer los ingresos y los egresos de los partidos políticos. Allí privó ayer un ánimo transparentista, como lo prueba el que el consejo general adoptara ese acuerdo por mayoría de ocho votos a uno. El que se emitió en contra no se opuso al sentir general, sino que lo consideró insuficiente. Los partidos todos se expresaron favorables a la transparencia plena, salvo la reticencia panista a dar a conocer los nombres de los aportantes privados, a causa de un temor explicable en los tiempos de la plena dominación priísta, pero absolutamente injustificado al día de hoy.

La mayor parte del dinero que reciben los partidos proviene del erario. Se trata de recursos fiscales, es decir pagados por los contribuyentes que tienen derecho a conocer el destino de su dinero. La ley obliga a los partidos a rendir cuentas a la autoridad electoral, pero ésta la ha conservado para sí. A partir de ayer (y una vez que se cumplan los plazos establecidos al efecto) esa información no será patrimonio exclusivo del IFE sino que estará disponible para todos los ciudadanos.

La sociedad mexicana decidió hace menos de dos décadas invertir en la democracia. El sistema de partido dominante casi único descansaba, entre otros pilares, en las penurias de la Oposición, contrastantes con la opulencia mal habida del aparato electoral del Gobierno. Romper la inequidad financiera fue una acción principal en el camino de establecer la competencia electoral efectiva. Para ello se estableció el financiamiento público, que ha dado frutos al contribuir a la generación de elecciones realmente competidas. El hecho de que tres partidos, y ya no sólo uno, ejerzan las principales atribuciones del poder federal y en las entidades, es una señal clara de que se marchó en la dirección correcta.

Pero el generoso sistema de financiamiento público ha provocado distorsiones y abusos que, en más de una oportunidad, ha convertido la actividad política en negocio, en actividad mercenaria. Salvo en el partido del Estado, la política fue, en su momento, tarea realizada a la intemperie, con visos de apostolado, de abnegación, mientras que hoy suele ser tenida como vía de enriquecimiento fácil, apta para el florecimiento de las finanzas de una persona, una familia o un clan.

Poner en la vitrina la información sobre el dinero que...

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