Plaza Pública/ Villanueva

AutorMiguel Angel Granados Chapa

En octubre de 1998, entre broma y veras, el Gobernador entonces de Quintana Roo aseguró "estar listo para pasar una temporada en el Cereso", es decir en la cárcel. El augurio de Mario Villanueva se ha tornado lastimosa realidad. Es huésped de La Palma, donde se le hizo víctima de vejaciones que alarman a quienes quizá se indignan menos por los efectos destructivos del negro negocio del que presuntamente es parte. Detenido tardíamente (26 meses después de que se libró orden de aprehensión en su contra), está en espera de que se determine si se le inicia proceso por las acusaciones que permitieron capturarlo. El principal testigo de su presunta participación en protección al narcotráfico y lavado de dinero, sin embargo, se ha retractado. En situaciones así es imposible saber si su acusación original fue torcida (como alega el implicado) o si su actual desmentido obedece a miedo por amenazas o a disuasión aceitada por el dinero.

Aun si por esa causa este viernes se produjera una exoneración que sería escandalosa, Villanueva podría no quedar en libertad, pues en Nueva York se ha abierto una averiguación en su contra, y a falta de acción penal aquí, podría ser extraditado a Estados Unidos, cuya justicia podría procesarlo sin las implicaciones políticas que aquí estarán presentes. Pero una y otra posibilidades están en ciernes. Lo que ya es cierto es que la detención del ex Gobernador puede ofrecer luces sobre zonas pantanosas de la política priísta, de la que fue y sigue siendo producto neto.

"Alcalde de Cancún, Diputado local y federal, Senador de la República -se dijo en este mismo lugar hace ya mucho tiempo, el 7 de abril de 1999-, hace seis años llegó a la Gubernatura con las bendiciones de Carlos Salinas, quien atestiguó su toma de posesión". Para recibir entonces el apoyo presidencial Villanueva se valió de su compañero de cámara, el Senador Hugo Andrés Araujo, de cuyo comité ejecutivo en la CNC formó parte, y de otros contactos que se mencionan líneas adelante. El promisorio comienzo de su sexenio contrastó rudamente con el final, pues desapareció inmediatamente después de rendir su último informe de gobierno, nueve días antes de que lo reemplazara Joaquín Hendricks. Poco antes de que se emitiera la orden de aprehensión que ahora se ha cumplido, pero sabedor ya de que así sucedería (pues en calidad de indiciado había rendido una declaración prolongada, e insólita, ya que ocurrió en su propia oficina de titular del Poder Ejecutivo)...

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