DE POLÍTICA Y COSAS PEORES / Cielo y tierra

AutorCatón

¿Quiénes son estas dos mujeres que hablan con gravedad, muy serias, en el locutorio del convento de la Reverberación? Mujeres más distintas que ellas será difícil encontrar. Una es Sor Bette, superiora de la orden; la otra es Facilda Lasestas, hembra que a ningún hombre le ha negado nunca un vaso de agua, pues es liviana de su cuerpo, complaciente. En su celebrado film El Árbol de la Vida, Terrence Malick propuso una tesis filosófica. Según él cada uno de nosotros debe optar en su vida entre dos caminos radicalmente opuestos entre sí: el de la gracia o el de la naturaleza. El primero nos eleva; el otro nos degrada. Lejos de mí la temeraria idea de contradecir al gran cineasta -¿quién soy yo para andar por ahí contradiciendo a grandes cineastas?-, pero pienso que en este mundo todo es gracia. La idea no es mía, desde luego. Es de Bernanos, quien la expuso en su bellísima novela El Cura de Aldea. Y tampoco, para decir verdad, es suyo el pensamiento. Lo tomó de una mujer -mejor dicho de una flor- llamada Thérèse de Lisieux, a quien los católicos rendimos afectuosa devoción con el nombre de Santa Teresita del Niño Jesús. Fallecida a los 24 años de edad, su sabiduría y espiritualidad fueron tan grandes que se le designó Doctora de la Iglesia. Pero advierto que me estoy apartando del relato. Vuelvo a él. Sor Bette había elegido el camino de la gracia; Facilda, en cambio, el de la naturaleza. Mujeres hay que consiguen -bendito sea el Señor- reunir en sí esas dos vías. Ramón López Velarde, máximo poeta, alababa, sin conocerla aún, a la mujer que sería barro para su barro y azul para su cielo, o sea carne y espíritu a la vez. El hombre que encuentre una mujer así encontró el paraíso terrenal. Ahora bien: ¿de qué hablan estas dos mujeres, la espiritual Sor Bette y la carnal Facilda? Sucede que en el pueblo había un solo cura, el padre Incapaz, llamado así porque las hinca y ¡paz!, y Facilda incurrió con él en pecado de carnalidad. ¿A quién confesar su culpa, si no había en el pueblo otro sacerdote? Facilda no halló mejor camino que pedirle consejo a la reverenda madre, pues estaba sinceramente arrepentida de su falta. Una cosa es pecar con un quisque cualquiera, y otra hacerlo con un ministro del Señor. (Aunque la verdad, decía en su interior Facilda, a la hora...

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