De Política y Cosas Peores/ Números

AutorCatón

La señora se presentó ante el juez de lo familiar. Tenía 40 años de casada, le dijo, y quería divorciarse de su esposo. Añade: "Tengo una causagorral". "Querrá usted decir una causal" -corrige el juez-. "No -insiste la señora-. Causagorral". El letrado se desconcierta. "No recuerdo -dice- que el Código Civil mencione esa palabra. Ciertamente no es término jurídico". "Sí, licenciado -insiste la señora-. Causa gorral. El caón ya me tiene hasta el gorro"... Don Poseidón, labriego acomodado, fue invitado a una comida en casa de doña Saturna, nueva rica, así llamada porque tenía muchos anillos. Al terminar el condumio don Poseidón dejó escapar un sonoro regüeldo. El esposo de doña Saturna se molesta. Le reclama: "¿Cómo se atreve usted a eructar delante de mi esposa?" "Perdone, mi distinguido -contesta don Poseidón todo turbado-. No sabía que íbamos por turno"... Babalucas fue a la tienda a devolver las corbatas que su señora le había regalado en Navidad. "¿No le gustaron?" -le pregunta la encargada-. "Sí -contesta el tonto roque-. Pero me aprietan"... Un señor de 70 años fue llevado al hospital. Presentaba traumatismo craneano de segundo grado con ampliación de la fisura de Glaser en la región petroscamosa correspondiente al fondo de la cavidad glenoidea del temporal. Con penosa voz le dice el herido al traumatólogo que lo atendió: "En mi hoja de ingreso al hospital dice que presento fiebre carbonosa". "No, señor -aclara el médico después de ver la hoja-. Dice aquí que presenta usted fuerte caboronazo. ¿Cómo se dio ese golpe en la frente?" Empieza a narrar el otoñal señor: "Hace 40 años...". "No tengo tiempo para autobiografías" -lo interrumpe el facultativo. (Como el juramento hipocrático no prohíbe interrumpir, los médicos interrumpen constantemente a sus pacientes. Eso fue algo que se le escapó a Hipócrates.) "No es autobiografía -opone el señor-. Son los antecedentes del golpe que me di. Hace 40 años, como le decía, se me descompuso el coche en un paraje solitario. Pedí alojamiento por la noche a un granjero que tenía una hermosa hija. Después de cenar la muchacha me condujo a mi habitación. Una hora después, la casa ya en silencio y a oscuras, llegó ella. Iba cubierta sólo por un vaporoso negligé. Se acercó a mí y me preguntó en voz baja si quería algo. Como yo había cenado muy bien le contesté que no. Ella se desconcertó, y...

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