DE POLÍTICA Y COSAS PEORES / Fe, vida y muerte

AutorCatón

Un tipo le recomendó a su amiga: "Jamás mires a tu novio a los ojos cuando te estés comiendo un plátano. Los hombres tenemos mente cochambrosa"... La duración de un minuto depende de qué lado estés de la puerta del baño... Empédocles Etílez, el borrachín del pueblo, subió a un autobús. Iba en estado incróspido, sabroso vocablo mexicano que desde luego no registra la Academia, pero que es mejor que cualquier otro para describir la beodez. Acertó a sentarse junto a la señorita Peripalda, catequista, que percibió el tufo que trasudaba el ebrio, a chínguere del peor. Le dijo con disgusto: "Va usted directo al infierno". "¡Ah, jijo! -se alarmó Empédocles-. ¡Entonces me bajo! ¡Éste no es mi camión!"... El hombre es por esencia un peregrino. Homo viator, decían los de la Edad Media: hombre caminante. Jorge Manrique, poseído al mismo tiempo por el dolor y por la fe, escribió en versos como dobles de campana funeral: "...Nuestras vidas son los ríos / que van a dar a la mar, / que es el morir...". Todo camino lleva al mismo fin: el de la muerte. (El apellido de la muerte es Segura, dice la frase popular). Sin embargo para quien tiene fe ese final es el principio de un camino nuevo. El creyente no cree en la muerte. Soy hombre de poca fe, y la escasa que tengo es débil llama que tiembla ante los vientos de la duda. Pero gracias a esa pequeña fe -inmerecido don- no voy totalmente a oscuras, y a través de ella recibo los grandes dones de la esperanza y el amor. Escribo esto pensando en la tragedia de Mazapil, la de los peregrinos a quienes la muerte les llegó en el momento en que le iban a rezar a su Señor Jesús. Para un pobre sujeto como yo, de tan tirano cuerpo y tan poca alma, ese acontecimiento es incitación a dejar de creer. Me hago la eterna pregunta: "¿Por qué?", y siento la rebeldía de Job ante lo inexplicable: el sufrimiento que cae sobre los buenos; el dolor de los inocentes; la muerte de los niños; el misterio de un Dios que deja morir a quienes iban a rezarle. Para el hombre de fe el misterio es algo tan familiar que acaba por no ser misterio. Quien verdaderamente...

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