DE POLÍTICA Y COSAS PEORES / Plaza de almas

AutorCatón

Jamás he conocido a alguien como él. Y a estas alturas -o bajuras- de la vida creo que nunca lo conoceré. Se llamaba Pedro. Pedro Rodríguez Valderrama. Nadie, sin embargo, lo conocía por su nombre. Todos le decían el Ofrecido. Se ganó ese mote porque era, como dice la gente, muy acomedido. Eso quiere decir que era muy servicial, con la añadidura de que hacía servicios aunque no se los pidieran. Cuando en la calle se topaba con algún amigo su pregunta no era: "¿Cómo estás?", sino: "¿Se te ofrece algo?" Que éste debía llevar una carta al correo, él se la llevaba. Que aquél tenía que ir a pagar el recibo de la luz, él se lo pagaba. Que este otro iba a recoger su traje en la tintorería, él se lo recogía y se lo dejaba en su casa. Se contaba, seguramente en broma, que en cierta ocasión un amigo le dijo: "Voy a la iglesia a confesarme". El Ofrecido le ofreció: "Ahorita no tengo nada que hacer. Yo me confesaré por ti". También se decía que a uno que iba a la peluquería a cortarse el pelo le preguntó si no quería que fuera él en su lugar, para que no perdiera tiempo. Quizá por eso nadie le decía: "Voy a ver a mi novia". Sus vecinos, que lo conocían bien, le pedían toda clase de servicios que él cumplía gozoso, como si le hicieran un señalado favor al requerirlo. La señora de al lado: "Necesito un kilo de tomates, Ofrecido". Y allá va él al mercado. La vecina de enfrente: "Ofrecido: se me tapó el caño". Sin pedir precisiones él iba y se lo destapaba. El hombre de la esquina: "Ofrecido: préstame un martillo". "No tengo, pero te lo consigo". Todo eso lo hacía desinteresadamente, sin percibir ganancia alguna. Si un nuevo amigo, o alguien recién llegado al barrio, le hubiesen dado una propina o pago por su servicio, se habría ofendido mortalmente. Él no era un criado o mandadero: era un vecino ayudador, un amigo servicial. Además no necesitaba nada: hombre sin vicios, y soltero, con las rentas de las casitas que le dejaron sus papás tenía lo indispensable para vivir, y aun a veces le quedaba algún dinero para prestarlo -sin interés, sin intereses- a alguien en estado de necesidad. A él lo que le gustaba era ayudar, decía una y otra vez. Lo demostró...

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