DE POLÍTICA Y COSAS PEORES / Plaza de almas

AutorCatón

El doctor Cadena era de Coahuila. No sé cómo fue a dar a Sonora. Yo, que soy de Saltillo, no sé cómo vine a dar a Saltillo. La vida te da sorpresas aun antes de empezar. Y supongo que la muerte también da sorpresas, pero hasta ahora nadie ha vivido para contarlas. De ese viaje final ninguno ha regresado. Lo dijo Shakespeare, y ese señor siempre supo muy bien lo que decía. Sonora está muy lejos. No tan lejos como Australia, claro, pero tampoco tan cerca como, digamos, Monterrey. Eso de las distancias es muy relativo. Vistas bien las cosas, en este mundo todo está tras lomita. Quién sabe en el otro. Ya veremos. Mi tía Lola dice: "Con el avión ya no hay distancias". Igual decía mi tío Aurelio hace muchos años: "Con el autobús ya no hay distancias". Y es que él viajaba en carreta de bueyes, y tardaba días en llegar de cualquier lado a cualquier parte. Eso nos enseña que todo es relativo. Menos lo relativo, que es absoluto. En fin. El doctor Cadena, como dije, se avecindó en Hermosillo, y ahí se hizo de fama. Mereció la frase consagrada con la cual los médicos de aquellos tiempos eran consagrados: "Es una eminencia". Y sí: el doctor Cadena era en verdad una eminencia. Solía dar a sus pacientes, a más de la adecuada medicina, y sin costo extra, alguna sabia admonición muy aleccionadora. Se ha dicho siempre que los consejos que se piden los da Dios, y los que se dan sin que nadie los pida los da el diablo. El doctor Cadena daba consejos muy útiles y pertinentes, y quienes los recibían le quedaban muy agradecidos, pues sus recomendaciones, aunque no fueran estrictamente de carácter médico, eran de mucha utilidad para la vida. En cierta ocasión acudió a su consultorio un muchachillo adolescente que llegó caminando con las patas abiertas. Quiero decir que había adquirido una enfermedad venérea. Fue al zumbido, o sea a la zona de tolerancia, y tuvo trato de carnalidad con una mujer poco salubre que le contagió su mal. Eso pasaba con frecuencia; era casi como un bautizo de la juventud. Pido disculpas por la comparación. A lo mejor le falto al respeto al sacramento. Pero me dejé llevar por la costumbre de la época: no sé por...

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