DE POLÍTICA Y COSAS PEORES / Plaza de almas

AutorCatón

No hagas caso, Armando, antes bien ríete, cuando alguien de mi edad te diga que en nuestra época había más moralidad que en ésta. Sobre todo en cosas de la cintura para abajo todo tiempo pasado fue igual. Lo que sucede es que estábamos menos informados, y la falta de información es causa de muchas confusiones. Recuerdo vivamente el sobresalto que sufrí cuando, niño de primer año de primaria en colegio religioso, me asomé un día al salón de sexto y vi en una de sus paredes un cuadro anatómico del cuerpo masculino. No tenía absolutamente nada en la región de la entrepierna, de modo que pensé con espanto que a mí me había salido ahí un tumor o buba. No necesito decirte cómo rieron mis papás cuando les comuniqué, llorando, que tenía en mi cuerpo esa excrecencia, castigo seguramente a alguna de mis travesuras. La ignorancia en materia de sexualidad era común. En el periódico donde empecé a escribir trabajaba de office boy un inocente muchachito de 13 o 14 años. Para divertirnos a su costa ideamos hablar en su presencia de la menstruación o regla como si fuera afección de hombres. "Ayer tuve la regla". "El jefe de redacción está reglando". El chamaco oía aquello y se azoraba. Un día se decidió por fin y nos preguntó, apenado, qué era aquello de la regla. Le dijimos con simulado asombro: "¿Qué a ti no te ha bajado?". Más apenado aún nos respondió que no. Entonces le aconsejamos que fuera inmediatamente a ver a un médico, pues eso de que no le bajara aún la regla era síntoma de algún muy grave mal. Al día siguiente nos dijo, enfurruñado: "Cabrones. Fui al Seguro, y cuando le conté al doctor lo que me sucedía llamó a otros para que oyeran lo que a él le había dicho, y todos se carcajearon de mí". En tratándose del sexo, Armando, la sabiduría lleva al goce, en tanto que la ignorancia conduce al embarazo o a la enfermedad venérea. Por eso he alabado siempre a una señora amiga mía que cuando sus hijos -y sus hijas también- llegaban a la edad...

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