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Prenden a tapatíos

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Vincent
AutorOmar Magaña

Los primeros en sentir la primera entrega de ska y reggae de La Kinky Beat el martes en la Plaza de la Liberación fue un grupo de niños en las primeras filas frente al escenario.

Eran tres entre los 10 y los 11 años más una pequeña de rizos rubios que una del grupo traía en brazos y respondieron de inmediato con risas y brincos apenas Charlat 58 soltó el primer golpe de batería y Matahary, la vocalista, dio el grito inicial a las 21:30 horas.

La pequeña de los rizos apenas podía caminar, pero no paraba de moverse con su vestido rosa cuando al fin su mamá la tomó de la mano; el papá movía la mano derecha como arengando, pero no coreaba porque la letra de la canción estaba en catalán.

Algunos jóvenes con el cabello envuelto en rastas rieron al ver que la niña resultó la fan más entusiasta, pero en la segunda canción ellos también comenzaron a brincar como desaforados con el ska punk de los barceloneses.

Ya en la tercera rola, ni siquiera 10 minutos después del arranque del concierto, había alguien que hasta el frente del escenario ya comenzaba a empujar amistosamente a sus vecinos para que se armara el slam.

Otros, filas más atrás, mejor limpiaban mariguana para forjar el primer churro de la noche.

Al poco rato, comenzó a llegar más comitiva por la esquina de Avenida Corona e Hidalgo con botellas de caguama hasta que el grueso de gente convocados por los cuartos invitados de la sección "La Alternativa" del Noveno Festival de Mayo llegó a cerca de mil personas.

La Kinky Beat bien podría compartir público con Manu Chao, jóvenes con morral de lado, rastas y playeras de surf, quienes eran la mayoría, pero en este concierto se colaron también dos o tres indigentes que se unieron al baile, familias enteras que sólo contemplaban, extranjeros y una señora de cabello cano que movía las piernas y agarraba a su esposo de la cintura para que se uniera al alboroto.

Había quienes nada más se hacían a un lado cuando los "hornazos" de la mariguana se dejaban llevar...

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