Quedan libres Islas Marías

AutorFrancisco Morales V.

ISLA MARÍA MADRE.- Tenía 17 años la primera vez que lo trajeron deportado a las Islas Marías. "Deportado", o "relegado", como les decían a los presos enviados a este lugar remoto, desconocido, dentro de su propio País.

Llegaría a la isla dos veces: en 1932 y 1934, en estancias que nunca superaron el año, pero que marcaron sus días por siempre.

Hacinado en un vagón de tren, luego en la bodega de un barco y después en una crujía, el escritor José Revueltas continuaba así, en este archipiélago del Pacífico, con la cadena de encarcelamientos -estuvo en una correccional dos años antes- que habría de dictar uno de los temas capitales de su obra: el encierro.

Aquí fue golpeado, castigado por su adhesión al Partido Comunista y obligado a trabajar dos jornadas al día, cortando leña y cargando sal a los barcos. Ahora, en lo que se pretende un acto de justicia, o una reivindicación, este sitio lleva su nombre y el de la novela en la que narra las impresiones de su castigo ultramarino: Complejo de Educación Ambiental y Cultural "Muros de Agua-José Revueltas".

Revueltas, sin embargo, fue sólo uno de 45 mil presos.

Como un émulo de la infame Isla del Diablo, la cárcel de la Guayana Francesa fundada en el siglo 19, la Colonia Penitenciaria de las Islas Marías se allanó, desde sus inicios, una bien ganada fama de brutalidad hacia sus reos.

Desvencijada, venida a menos por el tiempo y los huracanes, en María Madre subsiste todavía la vieja salina en la que los internos perdían las plantas de los pies, cocidas en carne viva por el contacto con el mineral caliente.

Con la salida de los últimos presos que quedaban, María Madre es una isla fantasma que apenas, con esfuerzo, logra dar cuenta de lo que fue habitar sus cárceles.

Por los caminos de tierra, apenas trazados, se necesitan, al menos, 40 minutos para llegar de una cárcel a otra. Las vías, en su mayoría, apenas van bordeadas por faroles que orienten el rumbo. De noche, la isla es inescrutable.

Hasta su último día, en el Complejo Penitenciario operaron cuatro Centros Federales de Readaptación Social: Morelos, Laguna del Toro, Aserradero y Bugambilias.

A Morelos eran llevados los reos ancianos, los incapacitados por algún mal o los que padecían enfermedades crónicas. Para la llegada de la prensa a pernoctar en sus instalaciones, todo rastro ha sido borrado de la existencia de sus anteriores ocupantes.

Sus literas de concreto y sus baños sin puertas todavía dan cuenta, no obstante, de algunos aspectos de la...

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