Rebanadas / Así la nostalgia del que se fue

AutorCony Delantal

No han sido pocas las veces que les he platicado que, a mi parecer, el mejor exponente de la comida italiana es justamente el restaurante El Italiano. Sí, ese que sin pretensiones en el nombre se fue abriendo paso poco a poco en nuestra Ciudad.

En su haber cuenta con una de las primeras cavas formales de Guadalajara, misma que empezó con sus anotaciones de cata en las copas, con coquetas fichas que se adjuntaban al tallo de la misma y nos enseñaban, cada visita, un poco del arte del vino.

Ese mismo Italiano que ha defendido a capa y espada el no empleo de aderezos americanizados en sus deliciosas pizzas, tales como la salsa inglesa o la catsup, la cual por cierto, a mí también me parece una aberración.

Es también El Italiano que fue creciendo físicamente y al que se le fueron agregando espacios, muy acogedores y cálidos, por cierto, que le daban un toque más íntimo, como más familiar, con rojas paredes de ladrillos o el adosado de sus paredes irregulares, muy italiano.

La mejor bruschetta y uno de los mejores risottos en mi paladar, han salido de su cocina. También las mejores pizzas, que preparan con esmero y tienen ese punto exacto de grosor, cocimiento y tamaño han sido música para nuestros estómagos, el de mi familia y míos.

Pues ese local se ha agrandado de una manera considerable. Ahora se han mudado a la calle cercana de Diagonal Golfo de Cortés, muy próximo a Sagrantino, propiedad de uno de los hijos de los fundadores del restaurante en cuestión.

El nuevo lugar es gigantesco en comparación. Tienen un segundo piso que se abre los fines de semana para recibir a los comensales que antes batallaban para encontrar mesa pronto. También tiene una zona abierta, en medio de la edificación, que recibe a los fumadores, cada vez más en extinción, y, por supuesto, el comedor principal, un poco más amplio que aquel de Avenida México.

Pues la carta sigue ofreciendo esos deliciosos platos y especialidades que tanto me gustan. Y muy atenta a ver si se sentían cambios en la boca, decidí pedir la bruschetta de siempre, como un termómetro comparativo para saber cómo iban las cosas.

Esa noche tenían una mesa bastante grande que demandaba la atención de más de dos...

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