Rebanadas / Cuando uno espera más de algo exitoso

AutorCony De Lantal

Siempre que quiero quedar bien me sucede y justamente con ella. Acabo de ir a comer con la amiga que les he platicado, esa que es de lo más exquisita, refinada y quisquillosa. La ocasión era para celebrar su cumpleaños. Pensamos en varias opciones pero al final ambas decidimos ir a una de las más recientes aperturas de la familia Monroy, ubicada en lo que fuera el Genghis Khan: La Camelia.

Nuestra sorpresa empezó desde que entramos al inmueble y afuera se podía escuchar la música que ahora caracteriza a La Camelia. Un poco de cumbia y otro tanto de banda era lo que marcaba el -folclor que presumen en la manta de la entrada.

Adentro, algunas reminiscencias de lo que fuera el restaurante asiático se hicieron presentes, como el tapanco preciosos tallado en madera roja o la misma barra de la cantina que tan bonita se veía con algunos budas encima.

A decir verdad y por la imagen que están manejando, pensamos que sería algo similar a lo que ofrece Hacienda La Mentirosa, de hecho en su fachada y publicidad manejan una imagen en blanco y negro de María Félix, tal como el restaurante de Providencia.

Pero no es así, la cocina de La Camelia es de comida mexicana pero su menú semeja más al de un centro botanero. Ya venden carnitas por kilo, chamorro, manitas de cerdo y molcajetes.

No quiero decir con esto que no me guste ese tipo de comida, por el contrario, me encanta darme mis vueltas a la carretera a Chapala y disfrutar de un buen borrego o carnitas con tortillas recién hechas. Pero generaron una expectativa muy alta y por lo que se ve, le invirtieron tanto a la remodelación, que se siente fuera de lugar. Ni es un restaurante de alta cocina mexicana, ni es un lugar casual para comer esas especialidades. Vamos, creo que es mucha envoltura y poca carnita.

En un principio creí que me había dejado llevar por mi amiga y sus críticas, pero al final tomamos el ascensor de la Expo para ir al estacionamiento y lo primero que hicieron unos comensales que también salían fue preguntarnos si nos había gustado. Todos coincidimos en lo que ya les mencioné. De hecho uno de ellos confesó que le había hecho sus comentarios al capitán.

La verdad extrañamos al Genghis y porqué no decirlo, su glamour era especial.

Ya con la carta en la mano, mi amiga pidió una milanesa de pollo y yo ordené una sabanita gratinada, de 80 y 115 pesos, respectivamente.

Antes de ello, pedimos un queso fundido para empezar, acompañado de champiñones. No estaba mal.

La milanesa venía servida...

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