Rebanadas / El Vallartazo

AutorCony Delantal

Pues aprovechando el puente nos lanzamos a Nuevo Vallarta, atendiendo la invitación de nuestros compadres a pasarla en su departamento en el Mayan Palace. Ya quedaron atrás esas idas en cuatrimoto que mi marido se aventaba de dos días, ahora el viejito apenas aguanta manejando las 4 horas pero en el mamamóvil.

El viernes por la tarde salimos y nos fue de maravilla, pues no había tráfico en la carretera, por lo que llegamos a muy buena hora para disfrutar parte de la tarde y ver la puesta del sol.

No conocíamos el Mayan, y la verdad quedamos sorprendidos de lo bonito y, en algunos casos, de lo majestuoso de algunas de sus instalaciones. Los desayunos y las comidas las hacíamos en el departamento, pues mi comadre y yo nos fuimos bien preparadas y organizadas.

El sábado vimos la pelea del Canelo, bueno, es un decir, porque los que saben comentan que le dieron una lección (dicen que un amigo le comentó: "no te preocupes Canelo, recuerda que lo que sucede en Las Vegas, se queda en Las Vegas!").

Pero hay cosas que uno no entiende, disponen de una pantalla majestuosa de unos 5 metros y con un sonido perfecto, pero la instalan en el lobby de uno de los hoteles, ¡afuera! ¿Se imaginan el calorón que hacía? ¿Qué no tendrán un salón grande en donde pasarla?

En fin, pues el domingo, para celebrar el Grito, nos enfilamos al Restaurante Mediterráneo de comida libanesa, justo en la placita en donde se encuentra la Dolce Vita.

El lugar es pequeño y atendido directamente por el chef y propietario Mario Nasser, que lo inauguró hace poco más de un año. En la charla amable con Mario nos compartía que hace 11 años se casó con una mexicana y, después de estar en Italia por largo tiempo, decidió venir a México y probar suerte.

Al inicio fue el chef de una cadena de hoteles en Vallarta hasta que decidió independizarse. Con un menú muy vasto y con las recetas típicas y originales del Líbano, él personalmente nos hizo sus sugerencias y nos tomó la orden.

Mi marido y el compadre no dudaron en aceptar la sugerencia de un vino tinto español Cal y Canto, que es un ensamble de Tempranillo, Merlot y Syrah, de 350 pesos, que a decir de los señores estaba estupendo. Mi comadre y yo pedimos una sangría preparada, de 50 pesos. Para acompañar nuestras bebidas, y como cortesía de la casa, nos trajeron de entrada un paté de aceituna con aceite de oliva y especias, montado en un pan que parecía recién horneado, sencillamente delicioso.

Para la comida nos pusimos en manos de Mario...

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