Un regreso atropellado

AutorVíctor Doval

La mañana del lunes 21 de agosto se volvió terrible. A las 7:00 de la "madrugada" las caras recién lavadas de Alejandra y Daniel reflejaban su trasnochada frente a los platos de cereal, pero había que ir a la escuela.

"¡Desayúnense rápido que no tarda en pasar la combi!", apuraba Gabriela, su mamá, desde la cocina aún a oscuras, mientras les preparaba unas salchichas para el recreo.

"Para variar Ale, tu hermano ya terminó y tú sigues sentada", presionaba la madre, quien ya había puesto sobre la mesa el tupper repleto de salchichas para ella quien por fin dio cuenta del cereal que nadaba en leche. Era el principio del fin...

La combi del transporte escolar llegó con media hora de retraso. Había que ir por más niños y ya iban tarde.

Ante la puerta de ingreso se apiñaban, en medio del caos, decenas de mamás y papás, envueltos en la somnolencia propia del primer día de clases, esperaban a que se abrieran las puertas de la escuela, desconcertados por la tardanza.

"Dijeron que era a las ocho", se oía a una mamá. "Sí, no avisaron nada", explicaba un papá.

Por fin, a las nueve, más de 100 niños y niñas entraron a las instalaciones de la escuela.

Los rostros de Daniel y Alejandra se esperanzaron tras cruzar el umbral que separaba la calle y el patio de su escuela.

Daniel buscó a sus compañeros de quinto y...

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