Resurgen mujeres en zona de guerra

AutorBenito Jiménez

LA HUACANA.- Mujeres a las que la violencia generada por el narco en esta zona de Tierra Caliente, en Michoacán, les arrebató al esposo, hijos y hermanos no están dispuestas a darse por vencidas.

Por el contrario, se están organizando para reconstruir sus comunidades y volver a producir para tener dinero.

En diciembre pasado, La Huacana estuvo en el centro de la guerra entre templarios y grupos de autodefensa.

Una de las localidades más afectada por la violencia fue Zicuirán, un pueblo con las calles deterioradas y cuyo parque principal luce abandonado, ubicado a unos kilómetros de la presa de Infiernillo.

Cerca de 80 por ciento de los poco más de 3 mil habitantes son del género femenino.

Muchas mujeres que se encontraban solas en el pueblo acudieron a reforzar las barricadas para impedir la entrada del crimen organizado.

El pueblo ubicado a unos 26 kilómetros de La Huacana, cabecera municipal, fue el último en alzarse en armas contra el narco, quienes ante la ofensiva de las autodefensas intentaron refugiarse en esa localidad.

En esta comunidad sus habitantes mitigan el calor de 34 grados en hamacas y sillas al aire libre, con toallas para secar el sudor.

'Ahorcadas'

En algún momento a finales de 2013, los criminales tenían "ahorcados" a Zicuirán y a La Huacana, por Ario de Rosales y la localidad de El Chauz, las únicas salidas por tierra del municipio.

Las mujeres dejaron de elaborar quesos, de pescar, de tejer, de dedicarse a sus hijos, de cultivar melón y de generar comercio para tomar las armas, irse a las barricadas y confrontar a los templarios.

"No dejamos que se metieran, pusimos barricadas y nos armamos con fusiles que nos dio Tepalcatepec. También de palos y piedras", recordó Irma Angélica Ortiz.

El levantamiento en esta localidad se registró oficialmente el 19 de diciembre de 2013, y tuvo un saldo de una persona muerta y dos heridas.

Desde ese momento, mujeres como María Marina Sánchez se dedicaron al apoyo de las barricadas y el reforzamiento de la vigilancia rural.

"Teníamos que hacer algo, o nos iban a ocupar el pueblo", dijo Marina.

Durante más de seis meses, varios cultivos de melón, de granos y el cuidado de animales fueron abandonados.

No era seguro salir a las parcelas.

La comercialización de los productos se redujo hasta en 80 por ciento ante la falta de proveedores.

"Era un infierno estar aquí, pero nos defendimos. Ahora pedimos ayuda para sobrevivir", dijo Lucía Vargas.

"Teníamos mucho miedo, ya se querían meter y...

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