Ricardo Elias / Esquela de una viuda honesta

AutorRicardo Elias

Hace tiempo escribí un artículo titulado "Los muertos no leen" (9 de febrero de 2006), en el que me refería a las cartas dirigidas a personas que han fallecido y que se publican en periódicos como si los difuntos fueran a leerlas en algún lugar del cielo.

En esas cartas, que por supuesto sólo leerán los vivos, siempre se incluyen largas listas de cualidades que supuestamente tuvo el difunto (y si en verdad las tuvo, nunca se las reconocieron en vida) y que en muchos casos se publican con el único objeto de "ensalzar" la imagen del occiso y "borrar" de un plumazo los vicios, barbaridades y atrocidades que cometió durante su vida. Inserciones pagadas cuyas redacciones falsas y exageradas parecen cartas de recomendación a Dios para que admita en el paraíso a pecadores "arrepentidos", al menos al decir de los familiares interesados en limpiar apellidos y herencias.

Si las palabras que se dicen en público frente a un ataúd con las que se adula a los muertos y se les atribuyen cualidades que probablemente nunca tuvieron, si el contenido de todas las esquelas y misivas post mortem que se publican para que la gente piense que la familia y el difunto se llevaban de maravilla y se querían a más no poder, si todo lo que se habla y escribe de ellos fuera verdad y nada más que la verdad, discursos muy distintos se pronunciarían en los panteones. La esquela que una viuda honesta publicaría podría decir algo así:

"Fulanito:

Si creías que el día de tu muerte te escribiría una esquela piadosa e hipócrita que hablara bien de ti para que tu memoria fuera la del hombre bueno, cariñoso y honesto que nunca fuiste; si creías que seguiría fingiendo y hacerles creer a todos que fuiste un padre y esposo ejemplar, te equivocaste. Hoy dejo de fingir y de ser tu tapadera. No más mentiras. No más palabras y cartas protectoras de tu persona. Llegó el día de decir tus verdades, de llamar al pan, pan y al vino, vino.

Comienzo por decir que durante toda tu vida fuiste un reverendo hijo de la chin...

Tenias tus amoríos y creías que yo no me daba cuenta. Nos tratabas a todos a grito pelado. Te hacías tarugo con tus deudas económicas y morales. Tu palabra no valía nada.

A mí me hiciste infeliz. Pero más me duele que a nuestros hijos los hayas hecho cómplices de tus transas, corruptos y deshonestos como tú.

No tienes idea de la vergüenza que sentía con mis hijos y con los demás.

Si antes callé, si no lo grité a los cuatro vientos como muchas veces quise hacerlo, fue simplemente...

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