Roberto Zamarripa/ El túnel de la tecnobanda

AutorRoberto Zamarripa

Con la cabeza arriba, en la búsqueda de las luces que rasgaron el cielo al inicio del Milenio, según las convenciones impuestas, y agitados por la rola "Polaris" -tambora sinaloense en música electrónica- que tronó en el Centro Histórico, los azorados jóvenes que tomaron las calles en el reventón del nuevo año y nuevo siglo, pasaron lista para luego regresar al túnel de la incertidumbre. Acabó el espectáculo y bajaron la cabeza porque ya no había, ni hay, motivos para mantenerla arriba.

La joven generación que amanece en el 2000 no se halla y tampoco hay instancias que quisieran hallarla. Se escabulle y pierde, en un desperdicio enorme de potencialidades, entre una enorme paradoja: una joven generación que arriba a un mundo moderno, desarrollado, de abundancia informativa, plural, medianamente más democrático y tolerante que el que vivieron sus padres, pero donde los anhelos se trituran ante la falta de respuestas.

Es una generación que arriba a un mundo de abundancia en medio de una angustiante situación de precariedad. Sobra, pero no reparten. Que protagoniza una matriculación escolar sin precedentes, pero la escuela parece una inutilidad. Que aspira a llegar al mundo laboral, pero tener un empleo y un salario no cuentan lo suficiente para crecer. Los empleos se crean y multiplican, según las matemáticas del Gobierno federal. Conforme el último reporte de la Secretaría de Hacienda, 1999 México cerró con un crecimiento económico de 3.5 por ciento y una tasa de desempleo de 2.5 por ciento, la más baja desde 1985.

Pero esas estadísticas no reparan en las insatisfacciones generacionales. A la joven generación, a la banda, la atraviesa una escasez de alternativas, valores, creencias, no obstante su multiplicación de sueños y deseos. Con ello una fragmentación de expectativas. Nada los convoca por igual ni en la convicción política, ni en los géneros musicales, o en la facha y la moda.

Por eso atenazan con rapidez sus inquietudes y aprisionan las pocas cosas que tienen en la mano. Porque es ahora o ahora. No hay certidumbres para deslizarse con mayor seguridad por la vida. La escasez y la precariedad los marca y angustia. Les hace sentirse insignificantes y fácilmente reemplazables. El País, sus instituciones, las políticas económicas imperantes, los programas de empleo, la crisis educativa se vuelven opresivas.

La huelga de la UNAM es una dolorosa advertencia de esas angustias. Quienes la protagonizan son emblema del resto de su generación...

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