Roberto Zamarripa / Fuero

AutorRoberto Zamarripa

El sistema político cada vez es más costoso. Para revestirlo con listones democráticos o de presunta rendición de cuentas, lo primero que se define es el costo del adorno. Los organismos ciudadanos de vigilancia y contrapeso crecen bajo el argumento de la sospecha y en medio de una cascada de descrédito de la política y los políticos.

El IFAI y el INE, por ejemplo, cuestan mucho. Sus comisionados o consejeros cobran como políticos aunque su representación es presuntamente ciudadana. Reciben alforjas de prestaciones, bonos, prebendas, regalos. Igual sucede con otras instituciones encargadas de vigilar a los políticos como el Poder Judicial y su vertiente electoral.

La vigilancia de la política y de los políticos se redimensiona a partir de la proliferación de los escándalos en los que se ven inmiscuidos los profesionales de la grilla y sus familiares. En Facebook y Twitter se expanden corrosivas denuncias ciudadanas que alteran y preocupan. Y las denuncias de corrupción se convierten en el mejor estímulo para el incremento del gasto del dinero público, dinero de los mexicanos, en sistemas de vigilancia, persecución, hostilidad contra los políticos mal portados pero sin consecuencias.

Son erigidos andamiajes del absurdo, inútiles, insustanciales. Se crean fiscalías, tribunales, Auditorías superiores. El gobierno federal actual inició el sexenio con el compromiso de combatir la corrupción y desvanecer la burocracia. Iba a desaparecer a la Secretaría de la Función Pública y prometió ser implacable con las deshonestidades. La Función Pública fue resucitada y al frente quedó colocado un gris personaje, un empleado que no puede desobedecer al Presidente de la República que lo nombró.

Por si fuera poco esa broma de colocar al mozo de llaves como vigilante del patrón, los legisladores consumaron otro contrasentido al aprobar el pomposamente llamado Sistema Nacional Anticorrupción. Tras las revelaciones de la Casa Blanca y las otras casas de funcionarios federales logradas a partir de favores y regalos de empresarios amigos, creció el reclamo ciudadano de acabar con la corrupción.

Desde el Presidente de la República hasta cualquier regidor municipal hablaron del cáncer de la corrupción y prometieron combatirlo. La Casa Blanca era el emblema del daño y del toque en la cúspide. Si en la Presidencia rondaba por lo menos la...

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