Rogelio Ríos / ¡No se olvida!

AutorRogelio Ríos

Cuarenta y dos años después, al caer la tarde sobre la Plaza de las Tres Culturas, la herida que el autoritarismo político y la crueldad de un gobernante a través de su brazo militar infligió a la sociedad mexicana, vuelve a sangrar.

Siguen aquellos muertos del 2 de octubre de 1968, jóvenes entonces, quienes hoy serían ya orgullosos abuelos retozando con sus nietos, sin recibir ni la justicia ni la reivindicación por su protesta, rebeldía y sacrificio.

Sigue, como si fuera une repetición del temible mito prehispánico de la destrucción y renacimiento cíclico del mundo cada 50 años, la muerte en las calles de México, de todo el País, en cantidades que multiplican a las víctimas de la masacre de Tlatelolco.

No hay justicia para ellos tampoco, los muertos de hoy, los que han caído a consecuencia de la obstinación presidencial, tan cruel como la de su antecesor en los 60, en librar una guerra, en utilizar para ello a su brazo militar y en combatir al enemigo a costa de lo que sea aun si va de por medio la muerte de mexicanos inocentes.

Aquella vez se acusó a los jóvenes de ser manipulados por una especie de conspiración comunista que buscaba sabotear los Juegos Olímpicos del 68 que tendrían lugar en nuestro país.

Por la defensa de las instituciones y en bien de la sociedad, se justificaba desde el aparato de gobierno, había que detener las protestas de universitarios y ciudadanos en general que giraban en torno a una serie de demandas concretas, pero cuyo simbolismo trascendía hacia una verdadera reivindicación de las libertades de los mexicanos.

Ahora se acusa a miles de jóvenes mexicanos de ser manipulados por el crimen organizado, de buscar vivir una vida de ganancias rápidas en actividades criminales, en fin, de ceder a la tentación de la vida del aventurero.

Como entonces, nada se dice desde las alturas del poder de que a estos jóvenes, como a los de los años 60, les faltan no sólo oportunidades de empleo, de educación digna, sino libertades políticas y sociales que los mantienen encerrados en un laberinto sin salida del cual sólo brincando la frontera se podrían fugar.

De nueva cuenta sale el Ejército a las calles a cumplir una voluntad presidencial obstinada en librar una guerra, así abiertamente llamada por el Presidente, contra la...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR