San Cadilla / La Dominguera

El crack que nunca viste jugar

¿Cuántos años se necesitan para que un futbolista se convierta en un ídolo? A Robin Friday le bastaron tres.

En su caso, la grandeza no se mide por los años jugados o sus logros, de hecho, nunca llegó a Primera División, sino por el impacto que dejó en sus fans. En el 2004, la BBC realizó una encuesta para conocer al "Héroe de Culto de Todos los Tiempos" de los equipos ingleses. Friday ganó tanto en el Reading como en el Cardiff.

Nació junto a su gemelo Tony en 1952, en Acton -un suburbio de Londres-, con un don para los deportes: jugaba tenis, boxeaba, era bueno para el cricket y hasta el boliche.

Pero en el futbol era fuera de serie: cuando cumplió 13 años su padre, un obrero, lo metió a hacer pruebas en el Chelsea y se quedó. Era un centro delantero nato: olfato goleador, con un cañón en las dos piernas y sabía pasar, aunque casi nunca lo hacía.

A los 14 brillaba en ligas de mayores, pero también tenía problemas de adultos: a los 15 ya tomaba anfetaminas. El temible "speed".

Dejó la escuela y el futbol, y se puso a robar para seguir alimentando a su demonio, por lo que fue recluido 14 meses. Al recuperar su libertad, embarazó a su novia y se casó. Debido a que Maxine era de color, su padre no acudió a la boda y una noche fueron atacados por racistas.

Friday recayó en las drogas y el alcohol, y para sobrevivir trabajaba como impermeabilizador.

En 1972, en un accidente, el pico de una reja se le incrustó en medio de los glúteos, le perforó el estómago y quedó a un centímetro del pulmón. Él mismo se liberó del doloroso trance y tres meses después estaba de regreso, anotando 7 goles en 6 juegos con el Hayes.

En un duelo de la Copa FA frente al Reading, Robin cautivó al DT rival, Charlie Hurley, quien le ofreció un contrato como "amateur", de apenas 750 libras al mes.

LA FRIDAYMANIA

A las reservas del Reading se presentó a entrenar sucio, sin rasurar, maloliente y con unos tachones muy gastados. En el libro "The Greatest Player You Never Saw", del periodista Pablo Hewitt y el músico Paul McGuigan, bajista de Oasis, explican que no se burlaron de él porque parecía un tipo peligroso. Y lo era.

Robin se tiraba a matar en las prácticas. Hurley tenía que tranquilizarlo o enviarlo a las regaderas. Nunca acataba instrucciones tácticas, se desordenaba y perdía, pero con el balón a sus pies era el mejor.

Un día, Hurley le dijo que pensaba darle un contrato de profesional y debutarlo el domingo; Friday contestó que esa...

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