San Cadilla / La Dominguera

El crack brasileño que nunca hizo un gol

El futbol es una profesión tan noble que se puede vivir de ella sin siquiera patear una pelota.

En este deporte hay vividores con roles definidos: los que se llevan tajada por transferencias por debajo de la mesa; los que hacen mandados; los que venden ropa y relojes en las sedes de entrenamientos, o los que estacionan y lavan los autos, pero Carlos Kaiser no hacía ninguna de esas cosas.

En realidad pocos saben si el futbolista brasileño sabía pegarle a la pelota, pero cobró como si supiera durante 20 años en clubes profesionales.

Carlos Henrique Raposo (2 de abril de 1963, Río de Janeiro), apodado Kaiser por su parecido físico con el alemán Franz Beckenbauer, era un genio del engaño.

El brasileño estuvo contratado por 10 equipos, en Brasil, México, Estados Unidos y Francia, sin demostrar cualidades para el deporte.

Pero para lograrlo tuvo que diseñar una estrategia simple, pero infalible: hablar, lucir y actuar como futbolista, aunque nunca aprendió a jugar futbol.

En 1986, Kaiser se hizo amigo de algunos jugadores, quienes le ayudaron a meterse en la plantilla del Botafogo. El fichaje llegó gracias a su amistad desde la niñez con Mauricio, futbolista que en ese tiempo era la figura del Botafogo.

Kaiser decía que era un crack como delantero y usaba greña larga, a la usanza de esas épocas.

"Iba a los entrenamientos y a los pocos minutos de ejercicios me tocaba el muslo o la pantorrilla, y pedía ir a la enfermería. Durante 20 días estaba lesionado y en esa época no existía la resonancia magnética", confesó Raposo en una entrevista para O Globo.

"Cuando los días pasaban, tenía un dentista amigo que me daba un certificado de que tenía algún problema físico y así pasaban los meses. En Botafogo creían tener en mí un crack y era objeto de misterio".

Uno de sus argumentos para conseguir empleo como futbolista era presumir que había sido campeón de la Copa Libertadores en 1984, con el Independiente, del futbol argentino. Su única prueba era una foto del equipo en la que aparecía un tipo muy parecido a él, con el nombre de Carlos Enrique en el pie de foto. Sí, era Carlos, pero Enrique y no Henrique; argentino y no brasileño; sin embargo, nadie dudaba de la palabra de Kaiser.

Luego, otro amigo suyo, Renato Gaucho, le consiguió un lugar en el Flamengo.

MÉXICO LINDO

Cada semestre, decenas de representantes acomodan a sus futbolistas en diferentes clubes y muchos pasan sin pena ni gloria, pero con su dinero bien...

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