Siempre conquista

AutorMauricio Hernández Cervantes

LISBOA, Portugal.- El aire que aquí se respira es diferente, porque éste encierra la nostalgia de su brisa atlántica y la seducción histórica que llega desde su río, el Tejo (Tajo en español). Y ese aire es el que invita a perderse por las calles de la capital portuguesa, donde el tiempo también es distinto: porque su paso por allí todo lo embellece, no sólo lo envejece.

Esta ciudad atrae tanto con el colorido de sus grafitis y mosaicos como con el de la ropa que los vecinos de algunos barrios todavía cuelgan en sus balcones. Cautiva con sus aromas, como el de las sardinas a la parrilla, el bacalao o el que sale de sus pastelerías.

Para muchos, la belleza de Lisboa se aprecia desde sus miradouros (miradores). Uno de ellos es el de Santa Lucía, ubicado en Alfama, un barrio lleno de sitios donde se escucha ese melancólico canto portugués llamado fado.

Hay quienes sostienen que una de las más bellas postales se obtiene desde el Castillo de San Jorge. Aunque otros optan por ir al Elevador de Santa Justa 1.

Difícil es no caer rendido ante Lisboa, ya sea al admirar sus plazas (como la del Comercio), al recorrer sus empinadas calles (a pie o a bordo de tranvías) 2, al sentir el ambiente de La Baixa (corazón de la ciudad) o al gozar de la vida nocturna del Barrio Alto.

Obligatorio también es andar por la lujosa Avenida de la Libertad 3, donde destaca el icónico empedrado de los paseos peatonales.

Luego de andar por esta vía, el viajero se topa con una estatua dedicada al Marqués de Pombal (quien lideró la reconstrucción de la ciudad tras el devastador terremoto de 1755).

Nadie puede irse sin visitar el distrito...

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