SOBREAVISO / Acelerador... y freno

AutorRené Delgado

La velocidad en la política obliga a pisar el acelerador, sí, pero también el freno. De la aplicación combinada, oportuna y proporcionada de ambos mecanismos depende llegar seguro, bien y rápido adonde se quiere.

Sin el dominio de los dos pedales ni el conocimiento de las condiciones del vehículo y el trazo de la ruta, cualquier imprudencia, obstáculo, descuido, bache o imprevisto puede provocar la pérdida del control del transporte y, en su múltiple acepción, despistar al piloto. Y en la política -no sobra recordarlo- el camino siempre es sinuoso y accidentado, no recto y llano.

Por lo demás, en la reducción de la velocidad y el uso debido de los frenos hay dos tiempos fundamentales: el de reacción y el de frenado. El primero depende de la destreza del conductor; el segundo, del estado del vehículo. Ambos son clave en la distancia de detención o de parada, tramo donde se cifra la posibilidad de rectificar la trayectoria, o bien, de evitar el contratiempo que, a veces, puede concluir en un siniestro.

La velocidad en la política no es cosa sólo de acelerar. Hasta para repostar es menester pararse... como también para estirar las piernas y extender la vista.

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La pérdida de 378 mil empleos en diciembre (saldo muy superior al de periodos semejantes anteriores), el descenso del pronóstico de crecimiento económico y la muy probable baja de la recaudación fiscal son datos inquietantes.

Si a ellos se agrega la reducción de la calificación crediticia de Pemex por parte de Fitch Ratings, el amable ultimátum de Moody's y las recomendaciones anunciadas por Standard & Poor's, así como la volatilidad del precio del petróleo y el menor crecimiento de Estados Unidos, no hay muchas vueltas que darle: es preciso frenar, reconocer el terreno, realizar ajustes importantes y ahuyentar el temor de un problema económico y financiero de envergadura.

Sólo así, diría el piloto, se van a serenar quienes ven en la carrera una locura y quienes increíblemente se frotan las manos ante la posibilidad de un descarrilamiento.

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A ese cuadro, agravado por variables externas ajenas al control, se suma una tensa atmósfera política y social que, en su desbocamiento, puede complicar aún más la circunstancia.

Por un lado, sectores gremiales supuestamente afines a los propósitos de la administración asumen que el replanteamiento de la política sindical, laboral y educativa marca su empoderamiento y el banderazo de salida a demandas y exigencias superiores a la...

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