SOBREAVISO / Y ahora... ¿crisis política?

AutorRené Delgado

Así como se veía venir la epidemia y, con ella, el agravamiento de la situación económica, ya se advierten barruntos de tormenta política, los cuales -de no disiparse con definiciones claras, decisiones serias y acciones precisas y equilibradas- probablemente deriven en una crisis social.

De seguir por donde va, el país se dirige a una crisis de crisis. Un descalabro mayor, una de esas caídas de las cuales mucho tiempo, sufrimiento y esfuerzo le ha costado al país levantarse de nuevo.

· · ·

Lo dicho en voz alta por el secretario del Medio Ambiente, Víctor Manuel Toledo, se sabía en voz baja. Era un secreto a voces: la pugna entre moderados y radicales al interior del gabinete carece de arbitraje y, por lo mismo, le falta equilibrio a la acción gubernativa.

La victoria electoral no ha supuesto la conquista del gobierno y, en más de un área, ni siquiera se ha dominado la tarea administrativa. El tino de haber integrado un equipo de campaña con personalidades disímbolas, hoy es el desatino de no mesurarlo y coordinarlo en la administración. De la virtud se hizo vicio político y, así, la pretendida transformación, a casi dos años de haberse iniciado, no consigue asegurar su destino ni fijar ruta, itinerario y ritmo.

Al equipo de colaboradores presidenciales le falta claridad en torno a su margen de acción y maniobra porque, en el fondo, su jefe, el presidente López Obrador, no acaba de fijar el límite y el horizonte de su propio mandato, al confundir el origen y alcance de éste. A veces parece relacionarlo con una revolución y no con una elección y, entonces, siente contar con una fuerza superior a su posibilidad, sin siquiera advertir que el movimiento que lo llevó al poder ha perdido cohesión, unidad y dirección.

Sí, Andrés Manuel López Obrador recorrió durante mucho tiempo y muchas veces plazas, calles y senderos, pero nunca se subió a la montaña. Apreció, entendió y expresa el sentir popular, pero no acaba de traducirlo en un programa de reformas que, sin dejar de llevar a cabo ajustes profundos, tampoco desmantele estructuras e instituciones, al punto de hacerlas inoperantes y frustren el anhelo de abatir la impunidad, la desigualdad y la inseguridad. No se puede rehabilitar un Estado adelgazado llevándolo a los huesos.

Mientras el jefe no reflexione con profundo sentido de realidad cómo realizar un cambio sin ruptura en medio de una crisis sanitaria y económica, sus colaboradores no podrán dar lo que se espera de ellos.

· · ·

Qué bueno...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR