SOBREAVISO / El cuarto intento

AutorRené Delgado

La élite política, incluido Morena, está de plácemes. El conjunto de las bancadas parlamentarias en el Senado aprobó por unanimidad el cuarto invento en materia de seguridad: la Guardia Nacional.

"Sí se pudo" y "lo logramos" fueron las cartulinas celebratorias de la victoria de un absurdo. De edificarse un monumento a la vacuidad de la indecisión parlamentaria, la placa conmemorativa debe rezar: "En honor a quienes intentan siempre hacer lo mismo".

Si el componente militar de la Guardia en su mando, estructura, formación y disciplina fue borrado, mejor hubiera sido depurar, capacitar y fortalecer a la Policía Federal, hasta configurar y engrosar un cuerpo de seguridad profesional. Lo más valioso de la reforma constitucional es lo transitorio: autorizar la participación de las fuerzas armadas en el combate al crimen por cinco años, salva casi el sexenio.

Inventar un nuevo órgano con malformaciones de origen no garantiza la solución del problema que tanto dolor y sangre ha provocado durante las últimas dos décadas, hasta convertir al país en una fosa y hacer de la estadística criminal en un numeral de muertos, desaparecidos y desplazados.

No se vislumbra la transformación prometida. Quizá, dé margen al Gobierno para solventar parcialmente el problema durante su gestión, pero no para resolverlo ni perfilar su solución.

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Cambiar el uniforme del fracaso de la clase política en materia de seguridad pública o disfrazar una vez más a los soldados y marinos de policías sólo revela la tentación de librar la responsabilidad durante el sexenio y dejar al sucesor, otra vez, decidir si le entra o no en serio al problema.

Hace veinte años se creó la Policía Federal Preventiva. Hace diez, se retocó supuestamente ese cuerpo, eliminando su carácter preventivo para sólo dejarlo en Policía Federal. Hace cinco, se inventó sin ánimo de desarrollar la Gendarmería Nacional y, ahora, a partir de la hibridez y la indefinición, se ha resuelto inventar la Guardia Nacional.

Incapaz de sentarse a la mesa y acordar en serio, el conjunto de la clase política se ha negado a reconocer la gravedad del problema, el tiempo requerido para solventarlo y, por consecuencia, ha fallado en elaborar una política de seguridad transexenal que, más allá del signo político del gobierno en turno, sostenga los objetivos. Tan irresponsable ha sido esa conducta que, así como una y otra vez inventan cuerpos policiales, las administraciones aparecen y desaparecen la Secretaría de Seguridad...

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