SOBREAVISO / Días aciagos

AutorRené Delgado

La epidemia no llega al pico ni la economía toca fondo y la nueva anormalidad pone los pelos de punta, mientras el crimen desafía al Estado, el federalismo se deshilvana, la polarización deriva a un profundo desencuentro y la visita presidencial a Donald Trump exhibe el grado de debilidad en que nos encontramos.

Una crisis de crisis o una ruptura sin cambio toca a la puerta e, increíblemente, hay quienes le quieren abrir. Lo que sea que suene, así sea un estallido, parece decir más de uno. Días aciagos y de dolor vive el país.

Es hora de asumir responsabilidades en serio, no de repartir culpas a granel; de atemperar modos, no de inventariar insultos recibidos y propinados; de tender puentes, no de dinamitarlos... De no entenderlo, no se transformará nada, sólo se permanecerá en el mismo lugar o se retrocederá.

No vamos bien y, de no corregir, podemos ir peor.

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Si no se quiere agregar un capítulo negro más a nuestra historia -aquellos que sangraron y dividieron al país, dejándolo dar tumbos por décadas-, no es hora de reclamar si se está con o contra la administración.

Podrá tentar esa idea al presidente López Obrador y a más de un opositor, pero insistir en formar fila en uno u otro bando y practicar la política del ojo por ojo y diente por diente terminará, como se dice, por dejar ciego y desdentado al país. No es momento de ponerse el cuchillo entre los dientes y salir a buscar a ver quién la paga, tampoco de frotarse las manos ante los restos de un posible naufragio y menos de meter la cabeza en un agujero o lanzar cacayacas mientras el país se desmadeja, para después decir: ni cuenta me di o se los dije.

Así, ni los pobres serán primero ni el resto después, sencillamente el país saldrá lastimado de nuevo. De ahí, la urgencia de ver qué se puede hacer juntos, pese a las diferencias.

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Una vez más, el país ha caído en una espiral de problemas que en su vértigo oculta el tamaño del peligro en ciernes. A diario algún suceso negro lo sacude y, en ese acontecer, se pierde la dimensión de cuanto ocurre y, en el fuego cruzado de descalificaciones, ninguna lección se desprende.

El atentado que dejó herido al secretario de Seguridad de la capital de la República constituyó, sí, una osadía, pero también un fracaso del Cártel Jalisco

Nueva Generación, al cual se atribuye el crimen. Pese a la reiteración de la amenaza, ese grupo criminal supuestamente organizado, numeroso y bien armado falló y, aparte de falta de profesionalismo, dejó ver...

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