SOBREAVISO / Pero ¡qué hicimos!

AutorRené Delgado

Al ver por años, semana tras semana, el catálogo del horror desplegado por el crimen es obligado preguntar: pero ¿qué fue lo que hicimos o dejamos de hacer?

Cuando se mira a un adolescente y un joven muertos por jugar a "las maquinitas", justo cuando la maña llegó a cobrar el derecho de piso; a niños armados para nutrir la espiral de violencia; al hambre y el éxodo en la sierra de Guerrero porque el fentanilo desplazó a la amapola; brazos, cabezas o torsos tirados a la vera de un camino o cuerpos colgados en un puente; a un policía muerto por cumplir con su deber y a otro muy vivo por faltar a él; a una madre doliente enterrar a un desconocido, creyendo que es su hijo desaparecido; a un obispo consagrar un matrimonio en la catedral tomada por la fuerza de un cártel; un jaripeo transformado en un presidio; a un chofer mutilado porque su patrón no apagó a distancia el geolocalizador del autotransporte de mercancía; a un migrante reclutado por el crimen; a una persona sin orejas o dedos porque tardó el pago de su rescate; a infinidad de mujeres incorporadas a fuerza a la prostitución; a un franelero convertido en halcón; a un paisano pagar al Estado y al crimen el peaje por cruzar la frontera...

Cuando se mira eso desde hace infinidad de años, es hora de preguntar: ¿qué fue lo que hicimos? Todos, no éste, el anterior o el anteanterior gobierno.

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El crimen ya no sólo le disputa al Estado el monopolio del uso de la fuerza y el del tributo. También le compite en el control del mercado del combustible, el agua, el transporte terrestre de pasaje y carga y, desde luego, en múltiples regiones, la autoridad política y social. Y, por si algo faltara, el crimen le complica al Estado la vecindad con la potencia de al lado, cuyo gobierno exige lo que no ofrece y hace del chantaje el músculo de su capricho político.

No, no se trata de cargar esa deplorable situación a la administración de hoy, ayer o antier, sino de llamar la atención del conjunto de la clase política sobre la urgencia de acordar y diseñar una auténtica política de seguridad de largo plazo que, aun cuando pasen años -no podrá ser de otro modo-, permita someter al crimen y garantizar la vida, la integridad, el patrimonio, así como las libertades y derechos a la ciudadanía.

Es imposible. No se van a corregir en un sexenio los errores cometidos durante más de veinte años. Por ello, seguir alimentando la fantasía de que, en quince minutos, a los cien días, al primer año, al inicio de la...

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