SOBREAVISO / No alargar el momento

AutorRené Delgado

No sólo es la importancia, la variedad y la intensidad del debate donde el país rebota sin frenar ni apretar el paso, sino también el frenesí con que se aborda cada uno de los temas de la agenda nacional. En la rudeza y pobreza del debate, donde con frecuencia la postura ideológica de unos y otros se desliza como argumento y los intereses se disfrazan de causas, la incertidumbre queda -¡menuda paradoja!- como única certeza.

En ese juego y rejuego, donde los pronunciamientos de ambos bandos intentan construir percepciones con tinte de realidades innegables, de un lado dan por muerto o fracasado el proyecto de nación impulsado por el lopezobradorismo y del otro celebran el supuesto nacimiento prematuro, pero no deforme, de un país menos desigual y más justo. Ni lo uno, ni lo otro.

En los hechos, no se va tan mal como algunos aseguran ni se va tan bien como otros pregonan. Falta todavía mucho que ver, antes de determinar la suerte de un país urgido por encontrar la senda para fortalecer el Estado sin debilitar el mercado y la economía, liberar las relaciones políticas y sociales de la subcultura de la transa y el chantaje, cerrar las brechas que amenazan con una ruptura y recuperar la paz, la armonía y la seguridad imprescindibles en la construcción de un mejor futuro compartido.

Si no se tienden puentes de entendimiento, matizan posturas, distiende la atmósfera y establecen puntos de acuerdo sin desconocer la urgencia de replantear el modelo de desarrollo y las relaciones entre los actores y factores de poder, al tiempo de reactivar la economía y animar la inversión, aquel futuro quedará en anhelo y el pasado será, otra vez, presente. Y eso a nadie conviene.

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El momento mexicano es complicado en extremo.

De un lado, en la pugna por frenar o acelerar la idea de la nueva administración, el país se encuentra en suspenso. De otro lado, el entorno económico -en particular, la guerra comercial Estados Unidos-China- amaga con complicar aún más la circunstancia. Y, por si algo faltara, el vecino con boca de fuego anima a sus fanáticos a salir del clóset, sacar del armario el fusil y salir a cazar mexicanos. Se muerde la lengua Donald Trump al condenar el odio y el racismo del que tanto gusta echar mano en su discurso. Entenderse con un desquiciado empoderado y ansioso por repetir en el puesto es un problema mayúsculo.

Empeñarse en sabotear desde la reacción engreída la posibilidad del nuevo gobierno o en imponer desde la acción obcecada los...

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