SOBREAVISO / Ser o no ser Cordero

AutorRené Delgado

Ser o no ser precandidato presidencial es la hamletiana cuestión a resolver por Ernesto Cordero. Dilatar la respuesta puede afectarlo a él como a su padrino, el Presidente Felipe Calderón, pero sobre todo puede dañar al país.

Si desde el primer momento que dejó ver su aspiración presidencial no se alinearon los astros en su favor, hoy -por esos azares de la política y la economía- se le han desajustado más.

Si, aun así, quiere competir por la candidatura debe irse cuanto antes de Hacienda, asumiendo el costo de hacerlo en el momento. Si, caso contrario, tiene resuelto no competir más, es menester expresarlo pública y categóricamente para dar certeza a su actuación como el responsable de las finanzas públicas.

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El vuelco económico provocado por Estados Unidos y Europa coloca a Ernesto Cordero en una situación comprometida y la escasa simpatía que -de acuerdo con las encuestas de opinión- suscita su aspiración presidencial lo obliga a tomar una decisión cuanto antes: sostener o cancelar su precandidatura... y asumir las consecuencias. Lo que no puede seguir haciendo es jugar un doble rol, cuando la circunstancia nacional exige saber si se cuenta o no con un Secretario de Hacienda decidido a ver de lleno por el país y no por su proyección personal.

Desde luego, es comprensible que el jefe de Cordero, el Presidente Felipe Calderón, tenga interés en contar con una baraja de eventuales sucesores que, al término de su gestión, le permitan negociar cómo cubrirse la espalda pero, dada la circunstancia, no puede poner en el tablero del juego sucesorio la economía nacional. Si ya de por sí el saldo político y social del calderonismo es injustificable, resultaría imperdonable que, en razón de intereses personales compartidos con su colaborador, añadiera un saldo económico tan negativo como los otros dos.

En todo esto hay algo curioso, los precandidatos panistas alientan su ambición no en función de lo hecho como funcionarios públicos o representantes populares, sino en razón de lo que harán si llegan a ocupar la residencia oficial de Los Pinos, como si el tiempo transcurrido en el despacho, la curul o el escaño no contara. Hablan como si la estancia panista en el poder fuera lo mejor que le pudo ocurrir al país, siendo que esos más de 10 años suman otra década perdida. Una más.

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Del espíritu de sacrificio que, durante años, enalteció a militantes panistas comprometidos con la democracia muy poco queda. A los usufructuarios de esa lucha les...

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