SOBREAVISO / Pasado o futuro

AutorRené Delgado

Esclarecer el pasado o tentar el futuro es el dilema en toda alternancia y, en México, no es costumbre de los mandatarios tomar una decisión clara, abierta y manifiesta al respecto. Por la vía de los hechos y sin expresarlo lo deciden o, peor, dejan a la circunstancia la respuesta.

Hoy, el Presidente electo, Andrés Manuel López Obrador, está ante la disyuntiva. Por los indicios y los dichos, el próximo mandatario parece querer ver hacia adelante, pero hay un problema: el aliento a la idea de castigar la corrupción y la impunidad frena -es una impresión- la posibilidad de abrir aquella postura y declararla. Quizá, ahí se explica la insistencia de perdonar sin olvidar en el campo del crimen, la corrupción y el fisco, así como el anuncio pertinaz y sin detalle de tantos grandes proyectos, intentando pulsar la resistencia y la disposición al sacrificio.

Empero, si en verdad se quiere sacudir la forma de hacer política, no estaría de más asumir y divulgar la decisión, cualquiera que ésta sea. Mirar hacia adelante en el ánimo de reponer un horizonte distinto, en lugar de voltear atrás. O bien, resolver el pasado bajo peligro de empantanarse en él y vulnerar la oportunidad de perfilar el futuro.

La decisión no es sencilla. Hay quienes piensan que avanzar al futuro exige tener claro el pasado. Y hay quienes piensan que esclarecer el pasado distrae y debilita la posibilidad de diseñar el futuro. Por lo demás, fueron tantos los agravios y los abusos cometidos que no es fácil perdonar ni olvidar. La emoción con frecuencia nubla la razón.

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Las dos alternancias anteriores no tuvieron el efecto deseado. No se tradujeron en una alternativa.

Vicente Fox titubeó. No vio para atrás ni miró hacia adelante. Su equipo se confrontó al respecto y, al final, no prevaleció ninguna postura. No se aclaró el pasado ni se exploró el futuro. El bono democrático fue a dar al cesto de la basura y el clamor "no nos falles", expresado en coro justo el día de la victoria electoral del guanajuatense, concluyó en un vaticinio invertido. Fox falló. Hizo de la popularidad y la frivolidad su refugio y, aún hoy, ahí se esconde.

Enrique Peña sí decidió. No hizo un corte de caja, en su mira estaban las reformas estructurales y, requiriendo del apoyo de los partidos opositores para legislarlas, esclarecer el pasado no convenía. Optó, pero pactó mal: sólo consideró a las cúpulas partidistas; y no negoció ni acordó las reformas, las canjeó o las pagó con posiciones y prebendas...

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