SOBREAVISO / Silbando al trabajar

AutorRené Delgado

Forzado, con prisa y a empujones, pero se dio un paso fundamental -transformador, diría ya saben quién- en el ámbito laboral. Ahora, dirigentes obreros y patronales deberán mostrar voluntad e inteligencia ante la modernidad y la competitividad, sin apoyar anhelos e intereses en el lomo del asalariado.

Como anillo al dedo le vino al presidente Andrés Manuel López Obrador y a la secretaria del Trabajo, Luisa María Alcalde, el compromiso laboral adquirido en el Tratado Comercial México-Estados Unidos-Canadá (T-MEC). De ratificarse aquel, habrán matado dos pájaros de un tiro: preservar el comercio trilateral y replantear, a partir de la liberación y democratización, la vida al interior de los sindicatos, así como su relación con los patrones.

Bajo presión y en el afán de no perder al principal socio comercial, el ex secretario de Economía Ildefonso Guajardo y el hoy subsecretario de América del Norte, Jesús Seade, le pusieron la mesa a la Cuarta Transformación en el capítulo laboral. En la implementación y administración de las nuevas reglas se cifrará hacer de ellas una gran oportunidad o un menudo problema.

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Naturalmente, el sólo cambio de reglas provocará tropiezos, jaloneos y turbulencias y no faltarán -de hecho, ya hay- quienes se escandalicen. Sin embargo, el gran desafío estará en gobernar y moderar el tránsito al nuevo estadio laboral sobre todo en tres rubros.

Uno. Evitar que la liberación y la democratización de la vida sindical derive en voracidad por parte de dirigentes obreros. En la nueva circunstancia, obvio, los dirigentes buscarán reposicionarse en el ánimo de asegurar la hegemonía de su organización y, en el intento, pueden generar inestabilidad en vez de certidumbre. Si el reajuste desemboca en una guerra sorda por arrebatar agremiados de modo clientelar y acaparar la titularidad del mayor número de contratos laborales existentes, la perversión de los nuevos instrumentos estará a la vuelta de la esquina. En el área de los partidos frecuentemente ocurre eso: las nuevas formaciones no crean y crecen la base militante sumando ciudadanos, no, se nutren de militantes que consiguen restar a algún otro partido.

Dos. Fincar la competitividad en factores distintos a la mano de obra barata. El empresariado ahí tiene un reto enorme de no muy fácil solución y estará obligado a salir de la zona de confort, donde se acomodó por años, gracias a los sindicatos blancos, fantasmas o de protección y la connivencia de las autoridades...

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