Sobreaviso / La sordera

AutorRené Delgado

Si algún derecho se ha visto menoscabado a lo largo de este sexenio, ese es el derecho de audiencia. La clase política ha perdido el oído y, quizá por eso, abre cada vez más la boca. No quiere escuchar. Quiere ser oída, así no tenga mucho que decir.

A su miopía -rayana en la ceguera- suma ahora la sordera que, como agregado, tiene un problema: todos hablan de asuntos distintos pero al mismo tiempo. Y eso -en particular, el foxipanismo- lo interpreta como un diálogo plural y democrático que enriquece la cultura. La enriquece porque, en su lógica, todos tienen el derecho de hablar de lo que quieran sin importar qué disparate reciben como respuesta.

Cuanto más abre la boca, la clase política más cierra el oído. Y, como hablan mucho y de temas distintos, no logran ni entonar el himno nacional.

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A tal grado se ha perdido el oído que, por ejemplo, el simple hecho de darse los buenosdías se toma, entre los políticos, como algo semejante a una reunión cumbre. Esto es, el más mínimo gesto de urbanidad o civilidad lo presentan como la proyección de un acuerdo de alcance nacional que repercutirá inexorablemente en la distensión política.

Llega el Jefe del Ejecutivo al monumento de los Niños Héroes, saluda al Jefe del Gobierno capitalino y, luego, viene la declaración tronante: "mi Administración no tiene pleito con nadie". La República respira. Todo fue un malentendido. Vicente Fox y Andrés Manuel López Obrador se dieron los buenosdías y, un par de días después, intercambiaron algunas palabras durante el desfile militar. El sol brilla en el horizonte.

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El Secretario de Gobernación, Santiago Creel, no consigue empacar correctamente los proyectos de iniciativa que debe mandar al Congreso. Se le va, o el Secretario Francisco Gil le mete en uno de los paquetes legislativos, el proyecto de reelección de Alcaldes. Va, viene, va, viene la iniciativa presidencial sin firma.

La evidencia es que dentro del Gabinete siguen sin escucharse ni entenderse sus integrantes, pero eso qué importa. Lo importante es no perder el tiempo en esas minucias, sino ganarlo en promover los símbolos patrios.

Al sonoro rugir de la ocurrencia, el Secretario Creel pondrá todo su empeño en colocar muy en alto la bandera, el escudo y el himno, así se estén desmoronando las instituciones que son su pedestal. Creel no va a escuchar las críticas, desde chico cantaba todos los lunes el himno en la escuela, y su fervor lo obliga a promover los símbolos patrios aunque los signos...

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