SOBREAVISO / La tercera es la...

AutorRené Delgado

El refrán de "la tercera es la vencida" cobra un sentido fundamental en estos días.

El país busca, por tercera ocasión, una alternativa en la alternancia. Andrés Manuel López Obrador accedió a la Presidencia hasta el tercer intento, pero no logra asir el gobierno. Algunos integrantes del Consejo Coordinador Empresarial refieren las recomendaciones en favor de un acuerdo nacional como la tercera llamada. La epidemia entró en la tercera fase y marca la posibilidad de remontar o no la crisis sanitaria.

Cualquiera que sea el origen de aquel modismo -curiosamente, se reconocen tres posibles: la vinculada a la estrategia militar romana de colocar en la tercera oleada a la tropa de élite; la relacionada con la lucha greco-romana, donde la tercera caída concluye la contienda; y la ligada con los delincuentes que, allá por los siglos XVI y XVII, al tercer hurto recibían la muerte por pena-, "la tercera es la vencida" alude al momento determinante de algún empeño, apostando alcanzar el objetivo en ese último turno.

Hoy, tras sendas tentativas fallidas, el país experimenta su tercera oportunidad. Ojalá, no la escatime ni la desperdicie. Será clave en su porvenir mediato e inmediato.

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El válido propósito de Andrés Manuel López Obrador de operar un cambio radical en el país a partir del combate a la corrupción y la separación del poder político del económico, rebalanceando el campo del Estado y el mercado y ajustando el modelo de desarrollo, en beneficio primero de los pobres, afrontó, desde el inicio, tres problemas.

Uno, generación de expectativas por arriba de la capacidad de satisfacerlas en tiempo, fondo y forma. Dos, falta de dominio de la administración y prisa en la acción, con los consecuentes tropiezos. Y, tres, dura resistencia de quienes defendían sus intereses, se aferraban al modelo anterior o advertían errores, acompañando su malestar con el tendido de zancadillas.

Ese cuadro dio lugar a una lenta, pero constante pérdida de la iniciativa política presidencial hasta ir de la ofensiva a la defensiva, a legislar reformas que entramparon al propio Ejecutivo y -en la obcecación de fijar una manifiesta voluntad y un estilo personal en la realización del plan- a internarse en callejones.

Entre tropiezos, zancadillas y entrampamientos perdió tino e impulso la intención y sobrevino la desaceleración económica y, en el colmo de la adversidad, la epidemia, que hoy amenaza con una recesión profunda, la puesta en vilo del proyecto...

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