SOBREAVISO / Tormenta en la mar

AutorRené Delgado

A Julián por su presencia, a Joanna

y John por haberlo traído.

No, no se está haciendo una tormenta en un vaso de agua. Se está formando en un océano de problemas, desentendimientos e incongruencias.

Quienes no encallan en la mentira, se hunden en la contradicción o quedan varados en la exageración de su postura y, en la rebatinga por el timón, en vez de navegar rumbo a puerto seguro, a la deriva se va mar adentro. Intentan un absurdo: someter al viento, no controlar la vela.

Los integrantes de la clase política han hecho del país un barco sin destino y, en el afán de demostrar cuán diferentes son, cada vez resultan más parecidos o igualados.

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Aun cuando no se reconozca, la mentira es consustancial a la política.

En menor o mayor grado, los políticos la utilizan con las mejores y las peores intenciones. Igual la aplican para generar optimismo ante una realidad adversa, que para encubrirla porque expone su incapacidad ante ella y los desnuda. Sin embargo, el abuso de la mentira invariablemente termina por convertirse en un búmeran contra su autor, quien -por usarla de manera constante- configura un engaño. Un timo que, al ser descubierto por quien lo sufre, lo vive como un agravio y, por lo mismo, pierde respeto por ese político, pone en duda su autoridad y competencia, e incluso el sentido mismo de su existencia.

Si la mentira se acompaña de la contradicción, la exageración o de ambas, el resultado todavía es más grave. A la pérdida de respeto, se agrega la desconfianza en el gobernante, el legislador, el dirigente o el activista hasta abrir un abismo entre ellos y los gobernados. La crisis de representatividad engendra un sentimiento de orfandad.

De la mentira, la contradicción y la exageración están haciendo uso desmesurado los políticos en estos días y, así, ahondan el descreimiento en el gobierno, el Congreso y los partidos, hunden los pilares de la democracia y el Estado de derecho, dándoles oportunidad a grupos o liderazgos tentados por la idea de aprovechar la circunstancia y asestar un golpe mayor a las instituciones.

Ahí se explica por qué algunos cárteles criminales y grupos fascistas insurgentes están de plácemes con la tormenta que la clase política está formando en el océano. Les abre un espacio enorme, el vacío que desean colmar con la defensa o la expansión de sus intereses y vulnerar a las instituciones.

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La clase política -jefe del Ejecutivo incluido- ha privilegiado las diferencias sobre las coincidencias y, en...

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