Al Tiro / Agua Azul 2

AutorPaco Navarrete

La levedad de la Semana Santa es una gran excusa para volver a los sitios entrañables de la ciudad, con la garantía de que el gentío estará ausente -¿no debería ser al revés?-. Así que después de un intento frustrado por la pésima información de horarios de visita, regresé al día siguiente al Parque Agua Azul, con mejor suerte.

Algunas estructuras heredadas del deprimente zoológico que ahí se instalara por varios años han sido reutilizadas con buena fortuna, las pequeñas como jaulas para aves, otra más grande y esférica como un mariposario un tanto desangelado ("le faltan mariposas", dijo mi chamaco, que sólo notó unos letreros de "no pasar", antes de traspasarlos y ser regañado, sin explicación de que la zona prohibida era donde ponen sus huevecillos los dichosos lepidópteros).

La estructura mayor es la que mejor desquita el boleto, pues es un aviario donde se promueve la meditación zen: si uno se sienta en una de las dos únicas bancas, verá cómo poco a poco empieza a acercarse una curiosa variedad de pajarracos. Claro que el espectáculo se lo roba la comedia: la estrella es un pato cachondo que se deja acariciar por los niños por horas, antes de volver a sus lances amorosos con una hastiada, y seguramente cargada de chamba, moderna pata tapatía.

Comentaba el martes pasado que en el féretro de lo que fue un gran lago el siglo pasado, ahora una especie de fuente encementada donde unos chamacos y más de un adulto se remoja, y a pesar de la precariedad de las instalaciones, se organizan para pasarla bien. La verdad es que el sitio, popular por excelencia, debe servir en todo lo que pueda a la gente que lo visita, a la que no le sobra el...

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