AL TIRO / El crucero

AutorPaco Navarrete

Cada que paso por los rumbos del tren me imagino el potencial que tiene la Avenida Inglaterra, que corre paralela a las vías, para convertirse en una verdadera arteria para la Ciudad: una que brinde sangre fresca, oxigenada, al congestionado sistema circulatorio urbano, del que surgen más tapones y coágulos que en un devorador de carnitas tamaño doble equis.

De seguro, a esa misma conclusión han llegado muchos otros y entre ellos, por desgracia, las saldos de la política que tenemos por autoridades. Unos queríamos ver, por fin, un verdadero parque lineal, atiborrado de bancas, árboles, peatones y, ahora sí, ciclistas con rumbo definido y sin peligro de extinción, pero los otros buscaban hacer negocio, como si ocupar un puesto público fuera lo mismo que conseguir un empleo de agente inmobiliario o promotor comercial.

En fin, luego de tantas discusiones por el intento vano y en vano del Gobierno del Estado de crear en la Ciudad una autopista interior de cuota, de carácter privado y para beneficio de sus socios y clientes, queda evidente que para ellos acceder al poder es como adquirir patente de corso. No es casual que dos de los grandes cuates del actual Gobernador se den el lujo de entrar y salir del Gabinete según convenga a sus intereses -léase negocios- y, curiosamente, siempre que regresan a prodigarnos sus dones, es en puestos donde se manejan los proyectos más ambiciosos -léase donde hay ganancias- en materia de infraestructura o equipamiento. Qué curioso.

Hasta aquí no hay nada nuevo. Lo que llama la atención, en todo caso, es su incompetencia a todos los niveles: por fortuna, en sus intentos de llevarnos al baile, y por desgracia, en el gasto inútil del dinero ajeno y en la destrucción de lo que no piensan dejar como estaba. El Puente de Arcediano es un triste ejemplo, pero no es el único.

Por eso, no podría estar más en desacuerdo con venerables integrantes de la generación anterior a la mía, que ya desesperados porque en esta Ciudad nomás no se concretan los acuerdos necesarios para avanzar, claman desesperados, "¡ya!, lo que sea, pero que se haga". Pero hay veces que es mejor dejar las cosas como están, a echárselas a perder a los que vienen después. Avenida Inglaterra es un buen ejemplo, pero no es el único.

De hecho, esa avenida es ejemplo no sólo de la voracidad de bribones con licencia, también...

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