Al Tiro / Humo en los ojos

AutorPaco Navarrete

Como un fulano que te estuviera echando el humo del cigarrillo justo en la cara, una y otra vez. Así se siente caminar por la Colonia Miravalle en ciertas horas del día. También en Las Juntas, en la Zona Industrial y, en general, en los rumbos del sur de la Ciudad, hacia el oriente. A veces es así todo el día, y más en esta época invernal.

Época infernal, para quienes se levantan en la madrugada para ir a trabajar.

Es peor para los niños que van a la escuela. Para ellos la rutina es levantarse aún a oscuras y desayunar sus buenas bocanadas de humo, cenizas, tierra. Y ni modo que las escuelas de la zona los pongan a hacer ejercicio en el recreo.

A lo anterior sumen que la gran mayoría de los vecinos de la zona, colonias populares por excelencia, se levantan temprano precisamente por los horarios de entrada de fábricas, escuelas y oficinas, por no decir los que trabajan en el comercio popular: tianguis y demás, y ya sabrán el pequeño infierno por el que pasan cotidianamente.

¿Cuándo se iban a imaginar los crooners morenazos de Los Platters que su tierna y tristona baladita -aquélla del estribillo el humo se mete en tus ojos- iba a adquirir tintes de pesadilla en esta, la "clara ciudad" de Agustín Yáñez?

Lo peor es que quienes cobran por evitar o al menos atacar este cochinero tampoco se imaginan que tienen que hacer algo al respecto, aunque el infierno se repite año con año.

Todos conocemos alguna persona necia, de ésas a las que, por más consejos que pidan y uno les dé, vuelven a caer en los mismos errores -y a brindar con extraños, como decía José Alfredo, pero eso no es error: es vocación-. Me refiero a esos tercos que si viajan en la parte delantera de un carro, no usan cinturón de seguridad porque es incómodo, aunque se hayan estrellado en el parabrisas varias veces.

Bueno, pues nuestras insignes autoridades cometen el tipo más grave de pecado, el de negligencia -pues peor que de obra son los de omisión: en los primeros, al menos, lo bailado ¿quién se lo quita?-, y además les pasa una y otra y otra vez.

No es excusa que cambien de jefazos en cada vuelta de gobierno, pues la mayoría de los burócratas permanece a través de los años hasta el ansiado día de la jubilación.

Y si de plano son tan ineptos como para no llevar una bitácora anual de su trabajo, les bastaría con revisar los periódicos de un año, apuntar las desgracias que afectan periódicamente a una comunidad, y después armar la agenda del siguiente año.

Ojo, simplemente...

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