AL TIRO / Linchamientos colectivos

AutorPaco Navarrete

A poco más de una década de haber sido creadas, las redes sociales por fin encontraron su personalidad y hasta una razón de ser: la de una gigantesca y moralista turbamulta dispuesta a linchar individuos a la menor falta.

Los recientes casos de machines blancos y poderosos que han perdido no sólo el prestigio del que gozaban, sino hasta su trabajo y buena parte de su capital, son los mejores ejemplos. Y los peores también.

Por una parte está bien. Todo lo que se haga para acotar el poder y terminar con los abusos de prepotentes servirá de ejemplo y quizás hasta correctivo. Lo malo es que los golpes vuelan por parejo y ahora hay que cuidarse hasta de dar un besito en el cachete.

Pero lo que estamos atestiguando a distancia es una verdadera cacería de brujas como no había tenido lugar desde tiempos de la Inquisición, y con el mismo rigor de investigación que en ésta, o sea ninguno.

El caso del productor cinematográfico Harvey Weinstein es representativo de un abusador y violador (no es lo mismo, aunque así parezca) que utilizó su poder incluso para acallar a sus víctimas. Pero el del histrión Kevin Spacey es más ambiguo, por lo que habría que hilar más fino.

El del cómico Louis CK es, por otra parte, una farsa. No: no es una inocente palomita, pero las acusaciones rayan en lo ridículo: "Se estaba masturbando mientras hablábamos por teléfono".

Ay, pues le hubieras colgado, reina. Ni modo que se te fuera a ofender.

Aunque esto quizá suceda sólo en los países de mayoría protestante y puritanos, como el vecino del norte. Acá no: somos más tolerantes con las fallas humanas. Tanto que ni siquiera castigamos a los que roban cientos de millones de pesos, mucho menos a los abusadores.

Aquí lo que se castiga es caer de la gracia de los más poderosos, error fatal que equivale a cometer suicidio en público. Lo demás, como sea.

Quizá el poder de las redes logre evidenciar a algún mequetrefe con dinero que presumir en algún despliegue de prepotencia, pero no más.

En todo caso, en un país con tan poca tradición para cotejar versiones contradictorias y llegar a una conclusión, lo que sí está sucediendo es que algún alma descarriada, ávida de subirse al tren del escándalo, pisotee el prestigio de otros, sin sentirse obligada en absoluto a sostener sus dichos.

Digo, si ya está ventilando un asunto privado, en aras de poner un alto a una conducta abusiva, bien podría exponer su caso ante el dilecto público...

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