AL TIRO / Linchamientos virtuales

AutorPaco Navarrete

Y un día nos amanecimos con el coco devorado por las redes sociales. Desayunamos, comemos, cenamos, con ellas. Caminamos o manejamos, sí, con las dichosas redes sociales. La vida dejó de existir en "tiempo real", para convertirse en un meme.

Eso, en el mejor de los casos. En el peor, nuestra existencia ha quedado a merced de las turbas anónimas que, con la mejor de las causas en su corazón, deciden que somos una piltrafa sin redención y sin un proceso justo de por medio.

Ya no es el Gran Hermano de Orwell el que nos vigila: son nuestros propios contactos y "amigos".

Ayer las redes en México se sacudieron como en un temblor en el Altiplano. La noticia del suicidio de un conocido músico, y querido por legiones de fans, fue la chispa que encendió la dinamita.

Una denuncia anónima lo colocó en la mira de la turbamulta. Una grave acusación sin derecho de réplica -la violación de una menor de edad-lo orilló a tomar su irreversible decisión.

Gran parte de su trabajo actual tiene que ver con el público infantil, por lo que no es exagerado que creyera que lo iba a perder. No sé si es culpable o inocente del delito, lo que sé es que yo no estoy capacitado para decidirlo. Tampoco los que lo condenaron con el poder de un dedo, como si se tratara de decidir entre dos modelos de zapatos.

Y también sé, por experiencia y un mínimo de lecturas, del poder destructivo de un hormiguero humano, y la facilidad con que éste puede ser manipulado.

No critico al movimiento que intenta visibilizar los abusos que los hombres hemos cometido y seguimos cometiendo con total impunidad. Al contrario, desde mi relativa comodidad y lo que llaman "privilegio", lo apoyo. Es muy necesario.

Pero hay de modos a modos, y el anonimato y la difusión de acusaciones sin un mínimo cotejo de evidencias es no sólo estúpido, también puede ser criminal. Eso es lo primero que se enseña en clases de periodismo y se debe practicar en la redacción... aunque muchos lo olviden.

Lo más triste de este fenómeno es que no está muy lejos de los linchamientos que se han dado en pueblos macilentos y colonias marginadas: los aldeanos que levantan picos y antorchas para linchar un monstruo que luego de las averiguaciones puede resultar no serlo. Ya qué.

Y en el fondo está, como siempre, la autoridad, o la falta de ésta. Un espeluznante...

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