AL TIRO / Petróleo y luz

AutorPaco Navarrete

El pasado 18 de marzo se cumplió, claro está, un aniversario más de la expropiación petrolera en México.

Lo que no está claro es si el de este año fue un festejo o una conmemoración. No sabemos si celebrar o ponernos de luto.

Primero que nada, porque ya se acabó. Sale más combustible de las chorrocientas mil tomas clandestinas a lo largo y ancho del territorio nacional Telcel que petróleo de los pozos, y así no hay macroempresa que aguante.

Segundo, porque eso de "el petróleo es nuestro" ya dejó de ser consigna y empieza a sonar a burla.

Pero no nos hagamos: todos disfrutamos de la bonanza petrolera, aunque no nos dimos cuenta.

Es que los gobiernos sucesivos que hemos sufrido desde la presidencia del Tata Lázaro han utilizado a Pemex como la caja chica de un mal negocio: para salir de urgencias.

Y como todo en un país que no ha sabido darle prioridad a lo más importante, se la han pasado paliando las urgencias desde entonces. Es más: todo es urgente.

Así tampoco hay capital que dure.

Para acabarla de complicar, al parecer nadie se esforzó en hacerles notar un pequeño detalle que debieron aprender desde primaria: el petróleo es un bien no renovable. Finito. No es que sea muy fino, sino que se acaba y ¡pum!, se acabó.

Y ya se acabó. Al menos, el que casi, casi brotaba a flor de tierra y lo recogíamos con cubetas, como el chango que estira la mano para agarrar la banana.

Ahora hay que trabajar duro para conseguirlo, y además hay que estudiar cómo hacerlo. Es mucho más complicado y peligroso extraer petróleo a grandes profundidades.

Y aunque estuviera en la superficie, es ecológicamente cuestionable extraerlo de otra manera, con el novedoso método de fracking: moliendo piedras. Se gastan cantidades ingentes de agua, y todavía no acaban de ponerse de acuerdo en el costo ambiental que acarreará.

Mientras tanto, importamos cada vez más combustible, y hasta gas natural que, se supone, sigue siendo abundante en nuestro país.

¿Por qué? Por mil y una broncas legales, pero hoy por hoy, somos un país importador.

El petróleo que es nuestro es chafita: espeso y de bajo costo. Las gasolinas nacionales, cada vez más escasas, porque las refinadoras son cada día -es más: cada hora- más obsoletas e ineficientes.

El gas sigue en el subsuelo, y del que sacan, buena parte se pierde en la atmósfera por fugas e ineficiencia en los procesos.

Y el combustible que, al fin, es procesado y transportado para su comercialización... ¡se lo roban!

Por no...

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