Al Tiro / Piedrotas

AutorPaco Navarrete

Lo que nos faltaba: conseguir para nuestros hijos una educación decente (hablo de calidad, no de moralinas), no es sólo un gran peso para nosotros. Para ellos está peor: cargan con unos mochilones capaces de bofear al soldado raso más pintado en campañas militares. Ahora sí que la educación es un peso tremendo para nuestros hijos.

Pero esto no es nada nuevo. Todos los que tenemos memoria -y quiero pensar que somos mayoría- nos acordamos de las toneladas de libros, cuadernos y dizque útiles escolares que salían de nuestra casa a las 7:15 a.m. para regresar pasadas las 14:00 horas sobre hombros magullados, lacerados, llagados... bueno, tampoco hay que exagerar... digamos que sobre hombros cansados, y sobre todo asustados, porque en su interior estaba la carga más pesada: una boleta con calificación de reprobado. Digo, hablo al tanteo, yo siempre fui muy aplicado. O algo así.

El peso de los recuerdos

Pero de que las mochilas pesaban, pesaban, y mucho. Para empezar, eran de un cuero apestoso y duro como piedra, y a medida que pasaban los meses iban perdiendo rigidez y el fétido olor que las caracterizaba pero, como cualquier experto en física podría comprobar, su peso iba aumentando con las tareas, pruebas y calificaciones, así como trabajos de plastilina, lonches de huevo con frijoles y juguetes clandestinos. Total, que para el festival de fin de curso estábamos hechos unos émulos de Estiv Ostin, el Hombre Nuclear (era la serie de moda)... o teníamos la columna vertebral más chueca que aquel edificio espantoso de la Avenida México muy cerca de Tepic (la avenida, no la ciudad). O éramos unos pequeños Hulks, bien "mameyes" y fibrosos, o acabábamos como él: con la piel verdosa pero trabados...

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