AL TIRO / Vivir sin miedo

AutorPaco Navarrete

¡Híjole! Esto de la pandemia se está poniendo de a peso: no sólo se vuelven más elásticas las cifras de contagiados y personas fallecidas al grado de que hay varios, muchos conteos "oficiales" el del gobierno federal y los de los estados... ahora tenemos enfermos que se fugan de los hospitales.

No estoy exagerando ni contando la última película de zombis que me receté en el encierro obligado; es la realidad pura y cruda.

En algún momento, algún despistado peatón se habrá topado con la estampa en pleno mediodía: una persona famélica, con el pelo revuelto y mirada extraviada, arrastrando con el brazo el tripié para suero, atado a su vena para más inri, y con una bata abierta mostrando las sentaderas.

A su alrededor, indiferentes, los de autos circulando sin reducir la velocidad. Atrás de él o ella... el personal hospitalario, a toda prisa.

Sólo hay dos opciones: ayudar al prófugo o salir corriendo en dirección contraria, ¿tú qué harías?

El fascista que llevas dentro bien podría concluir que se trata de un prófugo de la justicia, un peligro para la sociedad, y debe estar encerrado. ¿Pero quién será el guapo que lo detenga?

Más complicado y cierto es que es una persona enferma de Covid-19, que sufre una crisis de ansiedad. ¿Y quién no, si estuviera en sus mismos zapatos?

Aquí lo platico ligero, pero no lo es. Ya se han dado varios casos de intento de suicidio, algunos de ellos de consecuencias trágicas.

La realidad que viven muchos es, primero, la escasa atención a sus síntomas. Abundan los testimonios de quienes son enviados con un par de mejoralitos de regreso a su casa. Menos mal... para ellos. Sus síntomas no son tan graves, pero son quienes más pueden diseminar el virus maldito.

Después, quienes sí pueden o deben ingresar al sistema hospitalario, se encuentran sin la compañía de familiares, aislados, y sin la certeza de que volverán a ver la calle.

Una curiosa suerte en este país es que los sistemas de salud podrán tener mil y un carencias y sufrir otro tanto de fallas... pero al menos hay personas con disposición de ayudar, humanas, pero eso no siempre es suficiente. De ahí a que el paciente se impaciente y pegue la carrera a la calle hay tan solo un suspiro.

Algunas de esas reacciones se achacan a la fobia por los hospitales, al franco terror que causa el encierro en esas condiciones. Otras, sin embargo, se deben al terror que causa esta enfermedad.

Y sin embargo, ante el encierro prolongado, la falta de...

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