AL TIRO / Voto rudo

AutorPaco Navarrete

Vuelvo al candente tema que más atención llama en esta temporada electoral, el único que ha logrado sacar de su marasmo a nuestra hermosa y somnolienta República Mexicana: el del voto nulo. Votar o no votar, esa es la cuestión. Leo y leo opiniones, sugerencias, juicios sumarios a favor o en contra de tan soberana decisión, pero en todos prevalece un tono, digamos, ético. Casi moralista.

En un bando están quienes quieren dar el rebozazo y alejarse con desdén de los rufianes que han tomado las urnas por asalto y secuestrado la nómina gubernamental para beneficio propio. Si todos los puestos en el poder están copados, dicen, y la única opción que nos queda es escoger entre el corrupto y cínico o el corrupto, mocho... y cínico, al menos reduzcamos su legitimidad, mostremos que estamos hartos y tal vez así podremos, en un futuro ideal, sentar las bases para nuevas opciones, a partir del simbólico desaire.

En la otra trinchera, la de los próceres, los estupendos politólogos... y los cínicos, se argumenta que no hay de otra, se hace patria al andar. Ni modo. Hay que sentarse y quemarse las pestañas estudiando propuestas e historiales hasta encontrar al menos malo de los candidatos y a ese prenderle las veladoras, esperando que nos haga el milagrito de no sacar el cobre y ser cooptado por el viejo sistema de canonjías y complicidades que llamamos "Gobierno". Pues de otra manera, al desechar el voto anulamos toda posibilidad de avance democrático y de hacerlo así, más vale atenernos a las consecuencias y después no andar llorando.

Suena a chantaje; lo es.

De cualquier manera, ambas líneas argumentales -insisto, prácticamente las únicas que se ofrecen- evaden lo más importante, al centrarse en lo simbólico: el aspecto práctico.

Si los políticos profesionales de verdad son sólo pandillas de rateros de poca monta, y cínicos además, poco les va a importar el desprecio simbólico de un voto nulo, mismo que igual puede confundirse con el del melolengo que ni siquiera supo marcar su boleta sin salirse de los límites del cuadrito correspondiente (por ejemplo, yo).

Y el aspecto pragmático se limita a responder una sencilla pregunta: ¿cambiaría algo si yo y muchos más anulamos nuestro voto? La respuesta es sí.

Veamos: para determinar un ganador, no importa cuántos votos haya; el que tenga más votos gana. Pero hay otras decisiones que dependen del porcentaje de votos que obtenga cada partido. Entonces, la diferencia básica entre abstenerse y anular el voto es...

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