TOLVANERA / Chulas fronteras

AutorRoberto Zamarripa

Ocurrió cerca de la frontera que ahora queremos tanto. Apenas en marzo pasado funcionarios de la Secretaría de Bienestar atendían puntualmente las directrices centrales: cuidar a los migrantes centroamericanos como verdaderos hermanos. Darles comida y sustento. Trabajaban, bajo salario, arreglando calles, mejorando jardines en distintos municipios chiapanecos.

Sucedió en Mapastepec, municipio del Soconusco, donde un puñado de centroamericanos, la mayoría hondureños, tenían empleo y un albergue donde comer y pernoctar, bajo el presupuesto de Bienestar.

Hasta que un día uno de los funcionarios de la Secretaría en su ronda de supervisión encontró a los hondureños en las calles con sus escasas pertenencias al hombro. "Nos cerraron el albergue", le dijeron apesadumbrados. El funcionario llamó de inmediato a los agentes de migración. "Se acabó", respondieron los agentes.

El experimento duró unos cuantos días por la abierta descoordinación. Lo que la Secretaría de Bienestar tejía, el Instituto Nacional de Migración deshilachaba.

La segunda semana de abril, en Mapastepec, iniciaron las expulsiones de centenas de migrantes en medio de protestas y forcejeos. Los motines en albergues e incluso reclamos de pobladores chiapanecos por la presencia migrante pusieron en tensión la zona, desbordaron a las autoridades y oscilaron el péndulo de la accidentada política migratoria del Gobierno federal.

Para esta Administración ha sido difícil la combinación de los brazos abiertos con las puertas cerradas. De las visas humanitarias con las expulsiones. De albergues con cárceles migratorias.

Los celebrados acuerdos de Washington de la semana pasada pueden tambalear sin una expresa directriz y una responsabilidad definida. Los compromisos establecidos significan la derrama de "dinero social" para migrantes, empleos en megaobras y la masiva presencia militar en la frontera sur mexicana -policial, dice el eufemismo gubernamental- cuya fuerza disuasiva no perderá el tiempo en dialogar o guiar a las ventanillas de asilo. Al primer motín tendrá que actuar.

¿Quién asumirá la responsabilidad de la política migratoria? ¿El General Cresencio Sandoval? ¿La Secretaria María Luisa Albores? ¿El de Seguridad, Alfonso Durazo?

Porque no...

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