TOLVANERA / Juego de espejos

AutorRoberto Zamarripa

La colombianización de México fue identificada con la espiral de violencia que incrementó a principios de este siglo. Había en México ribetes de actos terroristas similares a los de paramilitares colombianos o de las violencias descarnadas de grupos guerrilleros pero las similitudes no embonaban.

La violencia mexicana tenía sus raíces y la colombiana las suyas.

Sin embargo, masacres en comunidades indígenas y campesinas, secuestros masivos, y otras acciones violentas para coronar el poder de grupos de paramilitares y narcotraficantes y también guerrilleros, comenzaron a reproducirse a su modo en México.

De Colombia había mucho que aprender y mucho que repeler. Había extraordinarios jefes policiacos andinos con escuela y estrategia; y crecieron gobernantes, ajenos a partidos y a la politiquería, que atajaron la violencia y sus secuelas con programas de integración social y desarrollo económico compartido. Pero también había extremistas y fantoches.

Por ahí se coló Álvaro Uribe, uno de los políticos más populares, admirado y odiado, perverso y obcecado. El uribismo ha gobernado Colombia todo este siglo. De 2002 a 2010 con Uribe como Presidente y recientemente con la llegada de Iván Duque, un político bajo su férula, dirigen esa nación en un ambiente altamente polarizado. Juan Manuel Santos, miembro de una de las familias dueñas de Colombia gobernó entre 2010 y 2018 sin sacudirse por completo la sombra uribista. Empero logró algo que enervó a los ultraconservadores: lograr la paz y desarmar a las Fuerzas Armadas de Colombia (FARC). Quitar el modus vivendi a los guerreristas.

El uribismo es palabra de guerra. Emparenta con una estrategia de confrontación y división. Tiene un sustrato corrupto. De Uribe se recrean diversas historias en su larga vida política como cuando fue director gubernamental de Aeronáutica Civil y otorgó licencias a Pablo Escobar. O las evidencias de que en sus haciendas se forjaron los grupos paramilitares vinculados al narco y a masacres.

O bien cómo en sus gobiernos nacionales el Departamento Administrativo de Seguridad (DAS) espiaba ilegalmente a opositores, a magistrados, a periodistas. Las revelaciones periodísticas se...

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